El cuerpo social
25 de enero - 2016

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Pbro. Ranulfo Rojas Bretón

Muy a propósito de una ética social (se llama ética social al comportamiento moral de la persona en relación con sus semejantes) San Pablo sin ser un filósofo de la sociedad, sino simplemente un convencido de las enseñanzas de Jesús, dedica parte de sus cartas, especialmente su primera carta a los corintios en el capítulo 12 a una explicación del concepto de pertenencia de la persona a un cuerpo del cual no puede desentenderse y en el cual tiene responsabilidad que surge de la misma pertenencia. Dicha explicación nos vendría muy bien reflexionarla a la luz de nuestra tendencia al individualismo o egoísmo social, porque cada vez estamos preocupados por el “Yo” y dejamos fuera a “los otros” como si no fuesen nuestra responsabilidad. Esto ha generado que el concepto “nosotros” no aparezca en la estructura de pensamiento. En la práctica social, el primero Yo, luego Yo y al final Yo, ha generado una conducta muy practicada en todos los ámbitos de nuestra sociedad.

El concepto “altruismo” (altrui en italiano significa “los otros”) va quedando lejos de la práctica social. Casi nadie es altruista en estos tiempos, más bien se vive el egoísmo social, es decir la preocupación práctica de “mis intereses” y el abandono de “los intereses de los otros”. La misma política que en el origen se trata de una preocupación por “los otros” se ha convertido en una preocupación de “mis intereses”. El auténtico político griego, era político no solo porque vivía en sociedad, sino porque la “sociedad o polis” era su valor absoluto. No se concebía a ningún político que se preocupara por sus intereses antes que preocuparse por los intereses de la sociedad. El hombre afirma Aristóteles: “es un “zoon politikon” (un animal político) y solo es hombre en sociedad, o sea, para ser verdaderamente hombre necesita de la sociedad. Si no necesitara de la sociedad, sería o superior a la sociedad y entonces sería un dios, o inferior a la sociedad y entonces sería una bestia”.

La preocupación “altruista” o “política”, es a decir de los griegos, la esencia del hombre. Los mismos dioses se preocuparon de la supervivencia de los hombres y para ello confirieron a los hombres como arma, a diferencia de los animales, la vida en sociedad. Según el mito de Prometeo y Epimeteo, de Platón, la única garantía de sobrevivencia del hombre reside en la vida social, ese ha sido “el gran don de los dioses” para el hombre, junto con la industria del fuego, por eso, de manera radical afirma Zeus, en dicho mito, si alguien no sabe vivir en sociedad y la daña en lugar de velar por ella y beneficiarla, debe ser erradicado.

San Pablo en ese famoso símil del cuerpo con la sociedad da pautas de comportamiento que de seguirlas, cuidaríamos de los miembros más débiles y vulnerables, que serían en la reflexión social: los niños, los ancianos, los enfermos, los pobres, así dice San Pablo:

“Así como el cuerpo tiene muchos miembros, y sin embargo, es uno, y estos miembros, a pesar de ser muchos, no forman sino un solo cuerpo, así también sucede con Cristo. Porque todos hemos sido bautizados en un solo Espíritu para formar un solo Cuerpo —judíos y griegos, esclavos y hombres libres— y todos hemos bebido de un mismo Espíritu.

El cuerpo no se compone de un solo miembro sino de muchos. Si el pie dijera: «Como no soy mano, no formo parte del cuerpo», ¿acaso por eso no seguiría siendo parte de él? Y si el oído dijera: «Ya que no soy ojo, no formo parte del cuerpo», ¿acaso dejaría de ser parte de él? Si todo el cuerpo fuera ojo, ¿dónde estaría el oído? Y si todo fuera oído, ¿dónde estaría el olfato? Pero Dios ha dispuesto a cada uno de los miembros en el cuerpo, según un plan establecido. Porque si todos fueran un solo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo? De hecho, hay muchos miembros, pero el cuerpo es uno solo. El ojo no puede decir a la mano: «No te necesito», ni la cabeza, a los pies: «No tengo necesidad de ustedes». Más aún, los miembros del cuerpo que consideramos más débiles también son necesarios, y los que consideramos menos decorosos son los que tratamos más decorosamente. Así nuestros miembros menos dignos son tratados con mayor respeto, ya que los otros no necesitan ser tratados de esa manera. Pero Dios dispuso el cuerpo, dando mayor honor a los miembros que más lo necesitan, a fin de que no haya divisiones en el cuerpo, sino que todos los miembros sean mutuamente solidarios. ¿Un miembro sufre? Todos los demás sufren con él. ¿Un miembro es enaltecido? Todos los demás participan de su alegría”.

Que todos los miembros sean mutuamente solidarios, significa que cada miembro se preocupe por los “otros” miembros. La conciencia “altruista” que surge de la pertenencia al cuerpo, es clave para entender la propuesta de San Pablo que hoy nos vendría bien reflexionarla a todos.