Tejiendo alas
18 de mayo - 2015

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Pbro. Ranulfo Rojas Bretón

Quien es capaz de leer y de escribir puede volar muy alto, se puede poner las alas de Dédalo e Ícaro y volar tan alto que a diferencia del mito que hace perder la vida de Ícaro al acercarse al sol y derretírsele las alas de plumas y cera de abeja, cae al mar. Quien lee y escribe puede penetrar insospechados misterios, llegar al sol e ir más allá. Visitar países reales e imaginarios, conocer mucho más de lo imaginable porque el conocimiento es como llegar a una playa e ir adentrándose en el mar, en la medida en que uno se mete más y más, el mar se hace más profundo. Con razón Sócrates decía: “yo solo sé que no sé nada”, porque efectivamente el sabio sabe que hay mucho por conocer y que apenas va acercándose al conocimiento, mientras que el ignorante cree saber todo.

Para que alguien pueda ponerse las alas, se necesita siempre de otra persona que le ayude tejer dichas alas, se necesita del llamado “maestro” que con sus enseñanzas y con la paciencia para que los niños puedan ir asimilando sus enseñanzas van dándole las alas que necesitan para trascender. Como un dato curioso, cuando la Virgen María se les aparece en Fátima a los niños Lucía, Francisco y Jacinta que eran pastorcitos, les pide que “aprendan a leer y a escribir”. Era el año de 1917 y muy pocos sabían leer y escribir.

Tal vez hoy la figura del maestro aparezca devaluada y es que también es verdad que se les ha cargado la mano pues se ha generalizado a todos lo hecho por algunos, especialmente a los maestros de sistemas oficiales y miembros que reciben su pago del gobierno, pues porque hay maestros que solo son maestros por la necesidad de su salario, o porque vieron en la carrera un modo fácil de tener trabajo seguro; maestros cuyo sindicato era muy afín al gobierno y hoy tienen distancia y hasta diferencias como ha pasado con el SNTE o la Coordinadora, secciones radicales como en Oaxaca, Guerrero y Michoacán, que los ha llevado a enfrentamientos, a bloqueos, suspensión de clases por mucho tiempo, todo esto ha hecho que la figura del maestro se vaya a la baja llevándose consigo la fama y el prestigio de muchos maestros que en las comunidades de todo el país han dejado gracias a su dedicación y entrega.

Los hechos que reportan los medios de comunicación en varios Estados en los que es lamentable la actuación de maestros o de estudiantes normalistas que se preparan para ser maestros, no corresponde a la totalidad de los Estados ni por supuesto a la totalidad de maestros y tampoco de los normalistas de todo el país. Sin embargo, el estigma provocado por algunos -una minoría comparados con la totalidad-, ha llevado al desprestigio de esta noble vocación.

Lo bueno es que por más sombras que se le pongan a la labor que realizan, por más manchas que algunos provoquen, no podrán oscurecer en su totalidad la figura de quienes nos enseñaron las primeras letras. Tampoco podrán borrar el cariño que sentimos por algunos de ellos que dedicaron su tiempo no solo a transmitirnos conocimientos, sino a interesarse por nuestras personas y nuestras familias. Seguro que muchos de nosotros guardamos en la mente a algunos maestros o maestras del kínder o de la primaria. En mi caso, de los 8 años que estuve, dos en kínder y seis en primaria tuve cinco maestras y solo un maestro, las maestras “Pava” de kínder, ni idea cómo se llamaba, tal vez Paula, la famosísima maestra Rufina García de Cuateta, que fue la primera presidenta municipal del pueblo y hasta la fecha es reconocida por sus logros políticos sociales y educativos, fundadora de una escuela particular. En la primaria la maestra Rebeca, la maestra Isabel y por tres años, de cuarto a sexto, la maestra Alicia Aguilar Lázaro, que por cierto una vez que dejó nuestro grupo de sexto comenzó con primero y ahí se encontró a mi hermana, hoy también ella es directora. Solo tuve en segundo un maestro, pero vaya que maestro, el famoso maestro David, ya fallecido, el último de los “maestros rurales” de aquellos que se quedaban a vivir en la comunidad, un Chiapaneco, bajo de estatura, a pesar de convivir con aquellos señores de los importantes de la comunidad, normalmente tomadores y parranderos, entre ellos mi papá, jamás perdió el respeto ni hubo quién se lo intentara perder, una cosa era la farra y las amistades y otra muy distinta el que dejara de ser “el maestro David”. En el pueblo se casó y en el pueblo murió, es lamentable que no haya una sola placa alusiva ahí en la escuela primaria “Benito Juárez” que en aquellos tiempos era la única escuela primaria, no conozco de otro maestro o maestra que pudiera opacar su figura. Y no me refiero a su capacidad intelectual o a lo brillante que pudo haber sido, de hecho no recuerdo mucho de ello en aquellas clases que recibí en segundo de primaria, pero si recuerdo su figura, su imagen, su impacto en el ambiente del pueblo, porque a su paso todos le dedicaban su deferencia y es que era: “el maestro David”. David Sarmiento Pérez si mal no recuerdo.

Así como él y como mi maestra Alicia Aguilar Lázaro, que ella si me enseñó muchos de mis conocimiento básicos, después ella le decía a mi hermana que yo era muy inteligente, algo que no correspondía a mis calificaciones, o tal vez era algo flojo, lo cierto es que los tres años en los que fue mi maestra fueron decisivos en mi vida y formación. Seguro que todos tenemos recuerdos de algún maestro o maestra que nos enseñó a tejer nuestras alas y a proyectarnos a lo más alto. Debo agradecer mi acercamiento a la literatura a un profesor de español que nos hacía leer en el salón de clase, se llamaba Jorge no recuerdo su nombre de cariño y por su cara y sonrisa le decáimos el maestro “sabritas”, con él leímos “veinte mil leguas de viaje submarino” de Julio Verne en los que nos calificaba lectura y comprensión, ahí nos corregía puntos, comas, acentos, signos de interrogación, de exclamación, modulación de voz y la comprensión sobre la lectura. Ahí conocí el famoso Nautilus y al súper famoso Capitán Nemo y sobre todo ahí decidí que mi primer autor favorito sería JULIO VERNE y vaya que de la mano de Julio Verne he volado una y mil veces recorriendo lugares fantásticos como en la Isla Misteriosa donde vuelve a aparecer el Capitán Nemo y su Nautilus, así como en el Faro del Fin del Mundo, en el Rayo Verde, o en Norte contra Sur, o El testamento de un Excéntrico, o en el Piloto del Danubio, o en el Pueblo Aéreo, o en el Castillo de los Cárpatos, o en Peripecias de un Chino en China, o en un Capitán de 15 años, las fabulosas Cinco Semanas en Globo, o Viaje al Centro de la Tierra, o de la Tierra a la Luna, o Los Hijos del Capitán Grant, o Escuela de Robinsones, o Miguel Strogoff, o Robur el Conquistador, en fin, a partir de ahí cada obra que descubría de Julio Verne la devoraba y es que con él me anticipé al avión, al helicóptero, al submarino, a los trajes de buzos e iluminación submarina, a los vuelos transnacionales y trasatlánticos, la verdad no tengo palabras para agradecer a cada uno de mis maestros por ayudarme a tejer estas alas tan poderosas que cada día me hacen más fuerte.

Maestros no tengan miedo de ser llamados maestros, ustedes nos ayudan a despertar fantasías y sueños, ustedes nos dan las herramientas que nos permiten volar y elevar nuestro espíritu hasta lugares insospechados, sigan enseñándonos las primeras letras que las segundas y las terceras letras ya serán nuestra tarea, pero que sin la labor de ustedes nunca podría haberse dado. ¡Gracias maestros y maestras por todo!