Misericordia contra egoísmo
13 de abril - 2015

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Pbro. Ranulfo Rojas Bretón

El domingo segundo en el calendario litúrgico se celebra el “Domingo de la Misericordia”. Fue el papa San Juan Pablo II el que conociendo las revelaciones a la monja polaca Santa Faustina Kovalska lo decretó e impulsó la devoción al Señor de la Divina Misericordia, una imagen pintada por la misma santa en la que aparece Jesús resucitado con una túnica blanca y de cuyo pecho brotan dos rayos, uno rojo y otro blanco simbolizando la sangre y agua que brotaron del pecho de Jesús al ser asaeteado por el soldado en la cruz. Al pie de la imagen se puede leer: “Jesús en ti confío”.

La propuesta de la devoción es pedir por los pecados personales y los del mundo entero, especialmente en la llamada “hora de la misericordia” que es rezada a las tres de la tarde, hora de la muerte de Jesús.

Pero a propósito de la misericordia habrá que hacer una reflexión del significado personal y social de la misma. Misericordia tiene su raíz etimológica en los términos latinos “miser” que significa pobre, de ahí que miserable y miseria, tengan que ver con la carencia y el término “cor” que significa corazón. Así que etimológicamente miseria significa: corazón pobre.

En el 2014 el papa Francisco insistió mucho en reflexionar en tres tipos de miseria: la miseria material, que se refiere a la carencia de los bienes sociales o vitales como alimento, vestido, casa, salud, educación, etc., y que han permitido un desequilibro social tremendo. Solo en México se habla de más del 50 % de pobres y casi el 30 % de ellos viviendo en la miseria, en condiciones por debajo de lo humano.

También hablaba de la miseria moral, aquella que se refiere a la pérdida o ausencia de valores tanto personales, familiares como sociales, que han permitido vivir con degradaciones. Según el papa, esta miseria: “consiste en convertirse en esclavos del vicio y del pecado. ¡Cuántas familias viven angustiadas porque alguno de sus miembros —a menudo joven— tiene dependencia del alcohol, las drogas, el juego o la pornografía! ¡Cuántas personas han perdido el sentido de la vida, están privadas de perspectivas para el futuro y han perdido la esperanza! Y cuántas personas se ven obligadas a vivir esta miseria por condiciones sociales injustas, por falta de un trabajo, lo cual les priva de la dignidad que da llevar el pan a casa, por falta de igualdad respecto de los derechos a la educación y la salud. En estos casos la miseria moral bien podría llamarse casi suicidio incipiente”. Suicidio incipiente porque con cada pérdida de un valor, la sociedad se va matando a sí misma, es algo así como lo que sucede con la desaparición de una especie animal del planeta.

La tercera forma de miseria es la miseria espiritual, que se refiere a la vida de muchos “sin Dios” vivir excluyendo a Dios de la vida personal, familiar y social, viviendo un ateísmo práctico que está provocando vacíos que nada puede llenar, ni el dinero, ni el consumo, ni el poder, ni el placer, ni el lujo y más cuando éstos ni siquiera se pueden adquirir, porque no se tiene el dinero suficiente. Los vacíos están provocando depresiones terribles que han llevado a muchos al suicidio o la vida “sin sentido”.

La misericordia divina nos enseña el desprendimiento de Jesús que teniéndolo todo se queda sin nada, se “anonada” dice San Pablo y toma la condición humana. Cristo es pobre por decisión y no solo porque nazca pobre en el pesebre de Belén o porque viva pobre en Nazaret o porque sea un predicador pobre. Jesús asumió la pobreza como vida y aun en la cruz se desprendió de sus valores: entregó a su madre al discípulo: “mujer ahí tienes a tu hijo” y llegado el momento, también entregó su espíritu al Padre: “Padre en tus manos encomiendo mi espíritu”. Aún después de muerto, la lanza del soldado le permitió entregar lo que le quedaba: sangre y agua.

La misericordia divina, que se vacía, se da, en favor del “otro” o del “tú”, contrasta con un mundo que tiene como principio y valor el “yo” o sea, el “ego” en griego. Un mundo egoísta que se preocupa por uno mismo y que al “otro” lo hace a un lado, lo manda a la periferia o incluso lo descarta. ¿Quién se preocupa por el otro antes que por sí mismo? La preocupación es que yo tenga lo que necesito, lo que quiero, lo que me hace falta, lo que me protege y el otro, el de junto, pues que se arregle como pueda. Hemos hecho principios de vida expresiones como: “primero yo, luego yo y después yo”; o también: “que coman mis dientes y luego mis parientes” y muchas expresiones más en las que dejamos claro que la reocupación es el “yo”.

Valdría la pena preguntarse: ¿Qué importancia tiene el “otro” en mi vida? ¿De verdad le importa al esposo, la esposa y a la esposa el esposo? ¿O en tus relaciones, los demás son importantes solo en la medida que te benefician o te favorecen? ¿La visión egoísta de la vida está por encima de la visión altruista de la misma? ¿Y si el de junto, pareja, familia, amigos, vecinos, están fuera de ti y de tu preocupación, imagina el lugar que ocupa el “otro” vulnerable, el pobre, el enfermo, el indigente, todos aquellos que nuestra sociedad ha echado a un lado, ha descartado y no importan?

El egoísmo dominante es una gran preocupación porque genera una sociedad en conflicto permanente. Tal como escribía Plauto: “el hombre se ha convertido en lobo del hombre cuando no reconoce en el otro a alguien como él”. Mientras el corazón no se vacíe del “yo” y se ponga al “otro”, difícilmente lograremos hermandad o fraternidad.

Preocupa que el altruismo (preocupación por el otro) hoy se tome como bandera para lograr intereses del “ego”, especialmente tendríamos que hacer un llamado a la conciencia de los candidatos que tienen un discurso donde el “otro” aparece como la razón de su vocación política pero de muchas maneras dejan ver que lo que simple y llanamente buscan es satisfacer su “ego” sea material, sea de poder. Habrá que hacer un retorno a la ética para vaciar el corazón de mezquindades del «yo» “poner en el centro del corazón al “otro” especialmente al pobre (enfermo, anciano, limitado, indigente, etc.) que de muchas maneras está siendo descartado por nuestra sociedad. Que los candidatos cualquiera que sea su color, dejen de pensar en sí y sean misericordiosos pensando en el otro.