Carnaval Taurino
18 de agosto - 2014

ranulforojascolumna23

Pbro. Ranulfo Rojas Bretón

La Huamantlada genera un altísimo consumo de alcohol y provoca la adrenalina de ver de cerca a un toro bravo, de exponerse a la posibilidad de ser cogido por el toro, pero que busca el reconocimiento a su valentía por parte de aquellos que asisten y que no le importa el riesgo o más bien disfruta de ese riesgo.

¿La gente llegaría en el mismo número si se soltaran los toros en las calles y novilleros o incluso maletillas se metieran a la calle y dieran algunos pases a esos toros sin que la gente que no tuviera práctica o no contara con la aprobación de algún organismo como el Instituto de Desarrollo Taurino o alguna Peña pudiese meterse a enfrentar a los toros¿Igual vendría el número de gente? Lo dudo.

Yo creo que lo que la gente quiere es sentir la adrenalina de estar cerca de un toro y correr ese riesgo o sentirse por un momento torero profesional y ser ovacionado por el respetable. Sentir que en ese pequeño momento la calle se transforma en una plaza y él motivado por el reconocimiento o por el alcohol se convierte en figura del toreo. O bien quiere mostrar a la gente que enfrenta el miedo y aun sin preparación ni capacidad, menos capacitación se arriesga, porque así es el mexicano y la muerte “le pela los dientes” como decía Octavio Paz.

La misma gente que asiste, quiere ver a la gente, la de a pie transformarse en ídolo, ver al anónimo ser alguien, al completo desconocido ser recordado y al temeroso llenarse de valor. La gente disfruta que aquel que es como él, por un momento se transforme en alguien diferente y si por fin es revolcado por el toro, soltará el grito de angustia, pero también de reconocimiento. Mucha gente asiste solo por eso, por ver qué pasará y a quién le pasará y si tiene la suerte de ver de cerca a alguien  a quien el toro cogió entonces sentirá la extraña satisfacción de que valió la pena.

La adrenalina excitada por la música y el consumo de alcohol hace que esa fiesta se transforme en el carnaval de la fiesta taurina, aquella donde solo algunos privilegiados pueden ser toreros, donde pocos son conocedores. Aquí en la calle, cualquiera es torero, basta tener una muleta en la mano, plantarse frente al toro bravo y cuando va pasando, correr hacia un burladero e inmediatamente volver a bajar para esperar que otro toro vuelva a pasar. Cualquiera se enfunda el pantalón de mezclilla, se pone camisa a cuadros y el sombrero y ya es taurino de siempre. Ahí en los burladeros está en barrera, consume cerveza o la bota de licor, fuma el puro y vive la experiencia del toro así de cerca. La adrenalina que corre por su cuerpo, hace que la sensación que vive sea la experiencia más hermosa que ha vivido. Regresará a su casa con fotos, con selfies ahí en la calle, cercano al toro, con el grupo de amigos que se volvieron toreros por un rato, que enfrentaron a la muerte a metros de distancia, que si tuvieron suerte pudieron ser revolcados por el toro, que le corearon los oles, que logró ser el centro de atención de muchos y que se lleva la admiración de los suyos.

¿Criticable? Sí, todos podemos hacerle serias críticas, que “baño de sangre” que la “cantina más grande del mundo” que “expresión de la barbarie” que “lo más denigrante de la fiesta brava”, que “agravio y maltrato a los toros”, éstos y más calificativos puede tener y todos estarán justificados y aún con todo eso la gente seguirá viniendo porque la gente viene al mejor carnaval taurino que existe, aquel en el que la transformación se da y donde la adrenalina se vive al cien. Huamantlada que también viven los medios, que les genera nota y que se esfuerzan a tomar los detalles que más vendan y que si no hubiese accidentados tampoco sería noticia.

Ciertamente la Huamantlada no es un festival taurino ni nada que se le parezca, por eso la llamo “carnaval taurino” porque a similitud del carnaval, la huamantlada es una forma de expresión del pueblo que ávido de adrenalina se transforma y vive experiencias que no podría vivir si no se encontrara en la calle con un toro bravo. Porque además es el lugar para exhibirse sin restricciones, ahí se puede pasear en la calle vestido como se quiera, y tal vez arrancando los chiflidos de los burladeros o generando murmullos. Ahí el consumo es desmedido, se pueden corear los números del uno al diez para quien está tomando directamente de la botella generando la admiración de quien supera los diez números y llega tal vez hasta quince.

El movimiento económico es gigante, desde la venta de asientos en el burladero, los sombreros, paliacates, playeras, cuernos, tequila, cerveza, todo aquello que haga sentir en “fiesta brava” a los asistentes. No puede faltar en la fiesta la comida y desde los antojitos hasta comida en forma. Lo malo es el riesgo de tanto ambulante en la calle que ese día no torean a la policía ni a los inspectores sino a los toros que pasan ahí a un lado mientras llevan toda suerte de vendimia en sus charolas.

Seguro cada quien puede tener su opinión y gustarle o no gustarle y siempre será respetable ese punto de vista. Lo cierto es que para Huamantla la realización de la Huamantlada a 60 años de su inicio con los cambios que se han dado se ha convertido en una tradición similar a la carrera de carcachas que ha llegado a 40 años de emisión con la dosis de peligro que también representa. Seguro que muchas cosas habrá que mejorar para ofrecer las medidas de seguridad a los visitantes, desde: tener cuidado de la calidad de los toros, la reducción del tiempo de exposición, cuidar a quienes ya presentan un grado altísimo de ingesta de alcohol, contar con las medidas de seguridad y atención de riesgos inmediata, cuidar los excesos en los precios en bebida y en comida, revisar la seguridad de los burladeros y que no sea precios muy caros y al final, dependerá de la responsabilidad de cada uno el asistir o no a este evento que tiene mucha tradición pero también mucho riesgo.

La Huamantlada ha servido también como el espacio de convivencia, pues hay familias que reciben familiares y amigos. Así que a semejanza de los pueblos del centro y sur del Estado donde se elabora el tradicional mole, aquí en la Huamantlada se aprovecha para recibir a las familias y convivir con los amigos con el aderezo de un espacio que permite sentir la adrenalina que produce el cuerpo ante el peligro que se percibe ahí cerca.