¿Nuevo deporte?
21 de noviembre - 2018

Por Ranulfo Rojas Bretón

Últimamente se ha hecho común el “incendiar patrullas”, la manifestación más agresiva anti patrullas ocurrió en Ixtenco en el mes de marzo. Los hechos recientes en varias partes hacer ver la quema de patrullas como algo común. Pasa algún problema, la gente se enoja y su manifestación explosiva es contra las patrullas. Así pasó recientemente en San Juanico  en el Estado de México, pero Tlaxcala no canta mal las rancheras.

Lo que pasó en Ixtenco y cuyo desenlace no fue explicado, es decir, nunca hubo una explicación oficial del daño provocado, del dinero que se necesitó para reparar las patrullas ni de donde saldría o salió el recurso. Simplemente parece que no pasó nada. Todo esto ha provocado desde mi punto de vista la lamentable creencia de que se puede hacer lo que se quiera y no habrá consecuencias. La supuesta justicia está pasando a manos de “Juan Pueblo”. Fuente Ovejuna está más vivo que nunca.

El orgullo de “Anfitrión por tradición” está pasando a las leyendas de “Ladrón si te agarramos te linchamos”, hoy así te reciben en comunidades, colonias y fraccionamientos con lonas colgadas por todos lados. El vecino vigilante está dando paso a grupos de vecinos de vigilancia armada como defensa ante los maleantes. ¿Hasta dónde vamos a llegar?

Me gustaría saber ¿cuánto cuesta una patrulla? Para poder vislumbrar los efectos del daño. Los pobladores nos quejamos de que no hay vigilancia, de que no hay seguridad, de que los rondines son muy pocos, de que faltan más patrullas, pero, por otro lado, nosotros mismos las dañamos, las quemamos. ¿A quién dañamos con la quema de patrullas? ¿Al gobierno? ¿El recurso para reparar las patrullas o para comprar otra de dónde sale? ¿No nos estaremos dando “un balazo en el pie” cada vez que dañamos algo que es parte de nuestro patrimonio?

Escenas de violencia contra policías como pasó en San Juanico, me llevan a pensar en el enojo de la gente, un enojo desbordado y tal vez para muchos explicado, quién sabe si justificado, pero, ¿alguien piensa que ese policía es una persona, y que también tiene familia? ¿Qué pensará la familia, los hijos de los policías agredidos? Son pueblo vestidos de policías y eso tal vez lo olvidamos.

¿Quemar patrullas y dejarlas exhibidas será una voz por la que se le quiere decir al gobierno: “ya estamos cansados”, “no estás haciendo “tu chamba””, “nosotros mandamos”? ¿Me pregunto si ese camino escogido es el mejor o el único?

De pronto se nos olvida el papel formativo para los niños y jóvenes que nos ven a los adultos con los ánimos desbordados y en actitudes violentas e incendiarias. Seguro que en casos similares ellos van a responder con actitudes también similares o incluso nos van superar y luego ¿con qué cara podremos pedirles prudencia y moderación?

En la quema de las patrullas estoy seguro que nosotros o sea, el pueblo, siempre terminaremos pagando los platos rotos.