Eso lo dijiste tu, no yo: Un costoso precio
25 de abril - 2018

Por Alfredo González

Bien dicen que todo en la vida cuesta, que lo que vale la pena tiene incluido un sacrificio… Esas molestas y satánicas letras pequeñas que se incluyen entre líneas en los contratos, algunas claro está, aunque no se plasmen, se encuentran inscritas en todo cambio del diario vivir.

Está por demás decir que las cosas y el entorno cambian constantemente, y nuestro bello Tlaxcala no es la excepción, pues a ojos vistos la entidad es ya una economía emergente y pujante que con mérito propio se ha abierto paso en el entorno nacional, en el escaparate internacional, pues si bien aún el desarrollo y el progreso es un largo camino por recorrer, las nuevas empresas, los turistas y cada día más negocios, son ya habituales en las calles coloniales y cada rincón de sus municipios y comunidades.

Pero como no todo es tan bonito como se pudiera imaginar, el costo de ese  crecimiento está resultado alto para la sociedad… Pues la tranquilidad y seguridad se ven atentados día con día en cada escenario.

Para lamentación de muchos, por que para un pequeño y retorcido grupo es propicio y políticamente oportuno, el aumento de la delincuencia es un efecto colateral del crecimiento poblacional, económico y social, pues como dicta la tradición, cada aspecto positivo conlleva consecuencias inversamente proporcional, la moneda de la transformación tiene dos caras que se incluyen en el paquete.

Para pocos, y espero muy pocos, no resulta nada nuevo el escuchar de constantes homicidios, hechos de violencia, trasiego de huachicol y tantas bellezas más de la  asquerosa delincuencia, un cáncer social que les guste o no, muchos de los integrantes del efecto cucaracha han traído para infestar el tejido social.

Sería injusto responsabilizar a quienes recién llegaron de ser la causa de todo mal, pues en Tlaxcala siempre han existido negritos en el arroz que han hecho de las suyas, sin embargo, el aumento poblacional y no precisamente por nuevos nacimientos, tiene una estrecha relación  con esta alza de inseguridad.

Pues le guste o no a muchos, Tlaxcala ha sido atractivo no sólo a nuevos centavos, de nuevos negocios que buscan en estas tierras inundar más el mercado con más y más ofertas y marcas, diversificación de mercado que atrajo a las bandas delictivas y pandilla a la tierra de Xicohtencatl como la miel a las abejas.

A nadie debería extrañar, más no así dejar de preocupar, que la teoría cosmopolita trae consigo problemas y nuevos retos que deben afrontarse, pues si bien es cierto comenzamos a vivir nuevas terminologías como sobre población, inseguridad, tráfico vial  y otras deficiencias de las grandes urbes (aunque muchos piensen lo contrario para allá nos dirihinos), queda claro que debemos adaptarnos.

La adaptación que requerimos como sociedad, no precisa con las ideas de vivir con temor a los asaltos o un arma bajo el brazo, ni que abracemos las ideas arcaicas de inquisición, intolerancia a la migración o violencia por justicia en propia mano, conceptos  diametralmente alejados de lo que necesitamos…

Tlaxcala necesita un cambio, uno de esos que no se dan de la noche a la mañana sino que requieren tiempo y una evolución social, algo que nos ayude a pasar del rancho crecido a una verdadera urbe, zona conurbada o como quiera verse, que en verdad este lista para afrontar esos retos.

Y es que, si pretendemos aspirar a ser una sociedad de primer mundo, debemos comenzar a parecerlo, debemos asumir el rol que a cada quien corresponde y sobre todo, nuestro estado necesita.

No podemos seguir asumiendo la actitud de exigencia a las autoridades e instituciones si no comenzamos con acciones tan simples y sencillas que ayuden a un bien social… Es cierto que se necesitan más policías, mejores servicios y empleos mejor remunerados, pero también es cierto que saltando la fila, mediante palancas e influencias para burlar la ley y hasta robando el azúcar de los Oxxos cuando compramos café no haremos mucho que digamos para aportar.

Todos esos pequeños detalles, que forman parte de una gran cadena de actitud y disposición con intención de mejorar las cosas, comienzan a mejorar la calidad de vida, sin embargo, la idiosincrasia mexicana y tlaxcalteca aflora en cada uno de nosotros para romanos del brazo y alejarnos de ese primer mundo.

Fácil solución, complicada acción

La cosa no es inventar el hilo negro, no requiere una elaborada lobotomia o algún amarre de Catemaco, si quiere agua y servicios en su casa y colonia, simplemente cubra con el pago de servicios, pues el vital líquido es gratuito y de todos, pero los que trabajan para llevarlo a cada hogar, recoger la basura, electrificar hogares y tantas cosas más también comen y cobran un sueldo.

Misma situación ocurre con una de las estupideces más grandes de la sociedad mexicana, pues es una oración de cada día la maldición por los precios de combustible, pues el alza  se convirtió en el pan de cada día, una lápida forjada con cada robo a los ductos que no solo encarecen los precios, sino que manchan de sangre los hogares y perforan la tranquilidad de millones de familias, una autodestructiva actitud de la acostumbrada «tranza mexicana»

Lo mismo podría decir de los productos de la  canasta básica, la no tan básica, y casi todo objeto que se pierde en el asalto al transporte de carga, del robo al tren y tantas ingeniosas formas que tenemos de torcer y burlar a la ley, esa misma que hacemos pedazos mientras exigimos se aplique a todos menos a nosotros mismos…