Héroes infantiles
22 de septiembre - 2014

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Pbro. Lic. Ranulfo Rojas Bretón

El 6 de mayo de 1990, día en que el Papa Juan Pablo II, beatificó a los niños mártires de Tlaxcala: Cristóbal, Antonio y Juan, fijó su fecha de celebración para el día 23 de septiembre en el calendario litúrgico local, o sea con la posibilidad de celebrar la solemnidad en la Diócesis de Tlaxcala. A nivel mundial, esta fecha la ocupa el Padre Pío de Pietrelcina canonizado también por Juan Pablo II el 16 de junio del año 2002. El Padre Pío había muerto un 23 de septiembre de 1968 en San Giovanni Rotondo, cerca de Roma. Por esa razón su fiesta en el santoral de la Iglesia universal se fijó para ese día, sin embargo en Tlaxcala se celebra con solemnidad la fiesta de los Beatos.

Así que cada 23 de septiembre se celebra la fiesta en el Santuario de Atlihuetzía y nos da la oportunidad de tener presentes a estos niños o adolescentes de cerca de 12 años de edad que fueron martirizados, Cristóbal en Atlihuetzía, Tlaxcala en 1527 y Antonio y Juan en Cuauhtinchan, Puebla en 1529 que “llenos de amor por extender el Reino de Dios y sin miedo a los sufrimientos, nos dejaron ejemplo de una fe firme y sincera”, tal como reza la oración propia.

¿Qué tan difícil es que niños de esa edad sean capaces de afrontar riesgos por la fe o las convicciones que creen? Puede parecer increíble y difícil de creer. Normalmente se piensa en los niños como pequeños que no podrían tomar decisiones o que llenos de miedo huirían de los peligros, o que se pondrían a llorar, o se bloquearían y quedarían sin saber qué hacer. Pero la historia nos presenta hechos que muestran que los niños o adolescentes de esta edad, han sido capaces de proezas. Inmediatamente me llega a la mente la historia que leía en mi libro de primaria, no recuerdo el curso, pero traía la imagen de un niño con una antorcha prendiendo la mecha de un cañón y el texto: Narciso Mendoza “el niño artillero”. Ya leyendo, se relata la historia de la defensa de Cuautla y que bajo las órdenes de Juan Nepomuceno, el hijo de José María Morelos habían niños enrolados en el ejército insurgente. En la mañana del 19 de febrero de 1812 el ejército de Calleja que invadía Cuautla, hizo que los defensores huyeran y abandonaron un cañón cargado, ahí junto se encontraba una tea, que cuando los soldados realistas se abalanzaban sobre los que huían apareció la figura de un niño con la antorcha encendiendo la mecha del cañón que al explotar provocó estragos en los invasores. El hecho dio margen a que el ejército se recuperara y bajo las órdenes de Hermenegildo Galeana se consiguiera la victoria. El General José María Morelos y Pavón, felicitó a este pequeño valiente, de apenas 12 años pues había nacido en Cuautla en 1800.

La historia de Narciso Mendoza que conocí en aquellos años de la primaria, se unió a la historia de los niños mártires que con mucha pasión Don Luis Munive Escobar, el primer obispo de Tlaxcala, nos relataba con regularidad en los años infantiles de seminario. Ahí cuando con ojos grandes por la impresión, escuchabamos el relato que con lujo de detalles nos ofrecía Don Luis. Muchos si no es que todos, conocimos ahí por primera vez la historia del martirio de Cristóbalito, como de cariño le decía el obispo a Cristóbal, Antonio y Juan. Él fue un apasionado de la causa y gracias a su esfuerzo –cual Quijote luchando contra molinos de viento se esforzaba en sembrar la devoción en toda la Diócesis- Dios concedió que tuviésemos la gracia de verlos beatificados, hecho que Don Luis ya no pudo presenciar debido a la enfermedad que lo dejó con incapacidad de comunicarse de manera consciente desde abril de 1989.

Cristóbal dio muestras de la aceptación de martirio cuando después de ser apaleado por su padre Acxotecatl Cocomitzi, cacique de Atlihuetzia, de haberlo arrojado a las brasas y según algunos historiadores, de haberlo atacado con una espada, ya moribundo en brazos de su madre le dijera a su padre, a quien había mandado llamar: “padre, no creas que estoy enojado por esto que me has hecho. No, no estoy enojado y debes saber que con esto, me has hecho más honra que si me hubieses heredado tu señorío” y así murió.

Antonio y Juan, aceptan la posibilidad de la muerte cuando pasando por Tlaxcala, el sacerdote dominico Fray Bernardino Minaya y otro compañero que iban rumbo a Oaxaca, solicitaron al superior del convento franciscano Fray Martín de Valencia, algunos niños que pudieran ayudarlos en la obra de la evangelización. Fray Martín preguntó a los niños quienes estarían dispuestos, esperando que no aceptaran. Se ofrecieron tres niños, Antonio que era nieto de Xicotencatl “el viejo” Señor de Tizatlán, su servidor Juan y el niño Diego. Fray Martín les explicó los peligros que enfrentarían, pensando en la posibilidad de que no aceptaran, pero ellos contestaron: “Padre nos enseñaste en estos días que crucificaron a San Pedro, que degollaron a San Pablo, que desollaron a San Bartolomé, así que si Dios se sirve de nuestras vidas ¿Cómo no hemos de aceptar?”. Los tres niños se fueron con los frailes y llegando a la zona de Cuauhtinchan, cerca de Tepeaca, ayudaban en la evangelización y por orden de los frailes sacaban ídolos de las casa de los pobladores. Los señores de esas tierras decidieron dar muerte a los niños y aprovechando que no estaban los frailes apalearon a Antonio y a Juan hasta darles muerte, luego arrojaron sus cuerpos a una barranca.

Ejemplos de niños valientes seguro que hay muchos y así como Narciso Mendoza, Cristóbal, Antonio y Juan que se convierten en modelos de niños y de grandes podemos traer a la mente a niños que por necesidad tienen que ser héroes anónimos que desde su corta edad, enfrentan si no peligros, sí retos fuertes de tener que llevar el pan a su familia porque no hay adultos que lo hagan. Tenemos en México niños que trabajan y que imposibilitados de tener en sus manos juguetes y tiempo para divertirse, tienen que adelantar su crecimiento y olvidarse de lo infantil para convertirse en hombres o mujeres. Los niños que ya toman decisiones trascendentes, que son capaces de asumir retos y correr riesgos, tienen modelos a seguir y deber estar seguros que en el ámbito de la religión contamos con intercesores de los niños. Seguro estoy que niños santos como Santa María Goretti, Santa Inés, Santo Domingo Savio, El Beato José Luis Sánchez del Río, Cristóbal, Antonio y Juan además de modelos, también serán intercesores de los niños y niñas especialmente de los que viven situaciones difíciles.

Seguirán resonando las palabras de Tertuliano: “Sangre de mártires, semilla de cristianos” y la sangre de los niños mártires de Tlaxcala, primera que se derramó por la fe en Cristo en este Nuevo Mundo, dará especialmente a Tlaxcala un mayor florecimiento de la fe y despertará en la gente de Iglesia una mayor conciencia para ser verdaderos discípulos misioneros que ofrezcan un nuevo rostro de Iglesia para la gente de nuestro tiempo.