IMBÉCILES
30 de marzo - 2022

Por Edgardo Cabrera

Si alguien tiene duda o telarañas, busquen en la Real Academia de la Lengua la definición de “imbécil”. Y es que esta palabra embona perfectamente para quienes están a cargo de la cultura y el turismo de Tlaxcala.

El corriente antro de azotea que se ubica en el Museo de Arte de Tlaxcala es el principal, que no único, monumento a la imbecilidad de la triste historia en la que nos encontramos, y es que si ya era demasiado que la autoridad que se encarga de proteger nuestros monumentos y patrimonio cultural otorgara un permiso para montar una cafetería -según ellos-; hacerse de la vista gorda para tolerar el negocio de alcohol y perreo, raya en la estupidez.

Pero ahí no para la cosa, la propia gobernadora lo inauguró en pleno pico de contagios de Covid -cuando estaban prohibidos esos lugares por un decreto aprobado por ella misma-, esa fue la segunda piedra a ese monumento, que quedaría debajo de otra roca derivada de su clausura temporal, y una más, cuando lo reabrieron.

Y de piedra en piedra se construye el monumento, porque luego vinieron las de colocar a su pie una cancha de voleibol playero, y quitar las esculturas de Juan Soriano para cumplir el capricho gubernamental, en fin.

La más reciente contrubución al monumento de la imbecilidad, que no la última, fue la de presumir la adquisición de un carísimo seguro, del que el titular de la cultura tlaxcalteca, ignora el nombre de la empresa y la cobertura, de ese pelo la sensatez. 

¿A poco no es de imbéciles tener que comprar un seguro para proteger un inmueble histórico y las valiosas obras que existen en su interés por el riesgo de desplome del antro de azotea, o por el peligro de que un borracho las dañe?

Lo lógico era no haber permitido el mentado antro. Y mientras los intelectuales orgánicos siguen mudos y las focas celebran la imbecilidad, el monumento sigue creciendo. 

HABLANDO DE…

En turismo también compiten con los de cultura para ver quién hace el monumento más grande, en su momento fuimos exhibidos por el plagio y la tontería del hastag “Tlaxcala sí existe”, convertido en un triste slogan que lo único que nos ha traído son burlas, más no turistas. 

Ahora a la titular se le ocurrió, o le dijeron, que contratara influencers para promocionar al estado, y vaya que ya nos pusieron en ridículo también. 

No vamos lejos, apenas en su extasiado voleibol playero, cinco de esos personajes robaron el show, literal. Ocurrió en la cancha montada en la plaza de toros, cuando estos divos de las redes sociales se pusieron a fumar y beber, fue tal el escándalo que tuvieron que poner en pausa el partido y mediante los altavoces les pidieron mantener la compostura, les recordaron que era un evento deportivo, no un antro.

Ahí no acaba la cosa, sobre la restaurantera que ocupa un poco de su tiempo como funcionaria estatal, hay señalamientos de que fue ella quien infiltró a supuestas feministas para manifestarse durante ese evento, el asunto es que ninguna de las organizaciones y colectivas reconocen a las manifestantes como parte de su movimiento, y las sospechas crecen porque era imposible meter lonas o pancartas ante el cerco policial. ¿Quién se las guardó y se las pasó?

Y la razón es simple, el celo, ya que mientras las ocurrencias turísticas no atraen la oleada de visitantes que prometieron, al menos los del voleibol hicieron bulto ante los cientos de personas que formaban los equipos y su staff, y en matemáticas son más los cientos que las decenas. Como sea, el turismo en Tlaxcala es un fiasco.