A la Verónica: El retiro anunciado
8 de mayo - 2016

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Por Gerardo Orta Aguilar

Desde hace varios años se esperaba un percance o una acornada mortal. Eso le sucedió al matador de toros Rodolfo Rodríguez El Pana el domingo uno de mayo en Durango al recibir al segundo toro que le tocó en suerte.

La noticia corrió como pólvora, nadie sabía qué tan aparatoso había sido el arreón que recibió el matador de Apizaco, sin embargo, la previsión no era halagadora. Pasaron las horas y se confirmó la posibilidad de que El Pana perdiera la movilidad de las piernas.

Hace unos días la noticia de su cuadraplejia cimbró como poco ha sorprendido a la fiesta de los toros. Un torero con una enorme afición y gusto por la fiesta de toros, dejará de torear.

La mala noticia se esperaba después del pronóstico reservado que emitieron los médicos del Sanatorio Español de Torreón, Coahuila. Los seguidores del torero no esperaron para lamentar el percance, cadenas de oraciones y buenas intenciones inundaron, por ejemplo, las redes sociales.

Quizás la tragedia ocurrida con Rodolfo era un evento advertido desde hace mucho, sus años y sus escasas facultades físicas no ayudaron esta vez, y la suerte le tendió una mala jugada.

Otros, sin más vergüenza ni humanidad, celebraron que, en esta ocasión, la pelea la haya ganado el toro. Lamentable.

El Pana perdió la movilidad de su cuerpo, su vida cambiará radicalmente, ¿qué va a hacer alejado de su pasión, de su vida taurina? Todos se preguntan.

Evidentemente el Brujo de Apizaco no volverá a torear. Quedarán en el recuerdo de la afición sus andanzas por las fiesta brava, una fiesta en la que, heredó un legado como pocos lo han hecho en un ambiente tan prostituido y venido a menos por los escupitajos que los taurinos de escritorio arrojan en la cara de la afición.

Los sabrosos saludos capoteros, sus desplantes en el ruedo, esos trincherazos de antología, sus faenas de esencia antigua, su figura encorvada, sus gachis y sus buñis, ¿quién podrá olvidar a Rodolfo, el torero; a El Pana, el personaje?

La hoja del árbol no se mueve sin la voluntad de dios, pregonó cada vez que pudo el otrora sepulturero y tahonero, esta vez, la voluntad de dios lo quitó de los toros.

El viacrucis que vivirá ahora será distinto al que recorrió a lo largo de sus años de torero, al que padeció en sus inicios de torerillo y en los años de ser el incómodo de las figuras que impusieron negativas condiciones en la fiesta. Así siempre fue El Pana, irreverente, contra el sistema, defendiendo sus ideales y promoviendo la verdad en el toreo en cada terreno que pisaba.

Si algo pudiéramos tributarle al maestro apizaquense, es el agradecimiento por haber amado tanto a la fiesta de toros, por contagiar a la afición el veneno incurable por la fiesta brava.

Pasarán años y generaciones para que el mundillo taurino de México y Tlaxcala pueda ver a un torero como el de Apizaco, y para que alguien alcance la importancia que se ganó con base en argumentos taurinos, artísticos, bohemios, románticos.

Hasta siempre torero, hasta siempre Pana, fue un placer haberte visto torear tantas tardes, haber presenciado tus vueltas al ruedo, tus tamaños, tus desfiles pintorescos en el paseíllo, hasta pronto artista. Que la vida le permita pasar este viacrucis con la menor dificultad posible.

Como en un libro, El Pana ha cambiado la hoja, terminó la época romántica no sólo de su vida, sino del toreo en México, pues el brujo, siempre ha sido y será, el último romántico de la fiesta de los toros.

 

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