Reflexiones
17 de febrero - 2016

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Senadora Adriana Dávila Fernández

La noche del pasado 12 de febrero arribó a nuestro país el Papa Francisco, Jefe del Estado Vaticano y líder espiritual de millones de católicos en el mundo.

Al momento de escribir estas líneas, se ha cubierto casi la totalidad de su visita pastoral en la Ciudad de México, Estado de México, Chiapas, Michoacán y este miércoles se despide de las y los mexicanos en Chihuahua; por cierto, motivo de orgullo y alegría observar que parte de la decoración del altar “El Caracol” en Ecatepec, Estado de México, tenía el esfuerzo y talento de nuestros artesanos de Huamantla.

Más allá de creencias y religiones, todas respetables, las palabras que se han escuchado del Papa Francisco en estos días, merecen una reflexión sobre aquello que los mexicanos tenemos muy a flor de piel: violencia, corrupción, narcotráfico, crimen organizado, trata de personas, pobreza, marginación, el abuso de poder, descuido a los pueblos indígenas, entre otros temas ante los cuales existe la necesidad de “abrir los ojos frente a tantas injusticias”.

Sus palabras han generado un sinfín de comentarios, y la riqueza de sus mensajes debe motivar a la reflexión serena para impulsar el compromiso individual que aporte respuestas en la búsqueda del bien común.

Ésta es la primera visita de un pontífice a la sede del Ejecutivo Nacional. En su intervención en Palacio Nacional, dijo: «La experiencia nos demuestra que cada vez que buscamos el camino del privilegio o beneficio de unos pocos en detrimento del bien de todos, tarde o temprano, la vida en sociedad se vuelve un terreno fértil para la corrupción, el narcotráfico, la exclusión de las culturas diferentes, la violencia e incluso el tráfico de personas, el secuestro y la muerte, causando sufrimiento y frenando el desarrollo”.

“A los dirigentes de la vida social, cultural y política les corresponde de modo especial trabajar para ofrecer a todos los ciudadanos la oportunidad de ser dignos actores de su propio destino (…) ayudándolos a un acceso efectivo a los bienes materiales y espirituales indispensables: vivienda adecuada, trabajo digno, alimento, justicia real, seguridad efectiva, un ambiente sano y de paz”.

“Esto no es sólo un asunto de leyes que requieran de actualizaciones y mejoras —siempre necesarias—, sino de una urgente formación de la responsabilidad personal de cada uno, con pleno respeto del otro como corresponsable en la causa común de promover el desarrollo nacional.

Es una tarea que involucra a todo el pueblo mexicano en las distintas instancias tanto públicas como privadas, tanto colectivas como individuales”.

Sobre la situación de inseguridad que viven millones de compatriotas: “Conozco la larga y dolorosa historia que han atravesado, no sin derramar tanta sangre, no sin impetuosas y desgarradoras convulsiones…”. En su oportunidad, de manera contundente, pidió «no minusvalorar el desafío ético y anticívico que el narcotráfico representa para la juventud y para la entera sociedad mexicana”.

A los pueblos indígenas dijo: «Muchas veces, de modo sistemático y estructural, vuestros pueblos han sido incomprendidos y excluidos de la sociedad. Algunos han considerado inferiores sus valores, sus culturas, su tradición. Otros mareados por el poder, el dinero y las leyes del mercado, los han despojado de sus tierras, o han realizado acciones que las contaminaban. Qué tristeza. Qué bien nos haría a todos hacer un examen de conciencia y aprender a decir perdón. Perdón, hermanos… Ya no podemos hacernos los sordos frente a una de las mayores crisis ambientales de la historia. En esto, ustedes tienen mucho que enseñar a la humanidad”.

Hasta aquí algunas de sus manifestaciones. Me parece que quienes tenemos oportunidad de aportar a nuestra sociedad debemos trabajar de manera incansable para lograr mejores condiciones de vida para las y los mexicanos.

Todos debemos contribuir a hacer de esta tierra mexicana, una tierra de oportunidades; debemos ser solidarios, sensibles, a las condiciones de pobreza e injusticia en las que vive un buen número de la población.

Los gobernantes tienen la enorme responsabilidad de multiplicar sus potencialidades para que esto pueda ser una realidad, dejando de lado intereses personales o de grupo que han desplazado el trabajo constante y honesto por el bien común. Seguir en esta dinámica sería continuar con el vicio de trabajar para unos pocos y no para todos aquellos que merecen mejores condiciones de vida.

En tanto no nos apliquemos, habrá mujeres y hombres, jóvenes y niños, adultos y adultos mayores que seguirán siendo presa fácil de criminales, delincuentes o “traficantes de la muerte”, como los llama el pontífice. Hay que romper con ese círculo para que la “desesperación de muchos no sea el oportunismo de unos pocos”, diría el Papa Francisco.

El oficio de la política es servir por y para el bien común, siempre en todo momento, no es aceptable lucrar con las necesidades de los mexicanos sólo para conseguir votos. Hay que poner un alto al lucro electoral.

Trabajemos juntos por el Tlaxcala y el México que merecemos.