Violencia hacia el hombre
26 de noviembre - 2014

opticadh

Rafael Hernández Henrández*

Uno de los primeros estudios en el que se abordó la violencia contra el varón fue el realizado por Suzanne K. Steinmetz, a mediados de la década de 1970. En ese estudio se propuso el concepto  violencia hacia el hombre.

En la muestra del referido estudio se detectó que, en conflictos maritales, un 93% de las mujeres utilizó agresiones verbales y un 60% agresiones físicas, como arrojar objetos o empujar al otro.

Esta investigación también concluyó que la violencia es recíproca entre cónyuges, pues la intencionalidad es la misma en varones que en mujeres; pero se registró evidencia de que las mujeres son más proclives a iniciar la pelea.

La violencia, provenga del hombre o de la mujer, tiene el mismo origen: poder y control sobre la relación.  Las motivaciones, sin embargo, pueden ser algo distintas; entre ellas podemos encontrar la intención de mantener control sobre la relación, vigilar la vida de la pareja, obtener algún tipo de beneficio económico, etc.

Sin embargo, la violencia que ejerce la mujer en contra de su cónyuge rara vez es física, aunque sí hay casos. La mujer violenta al hombre principalmente poniendo contra él a los hijos. Es una violencia velada pero efectiva; en ciertos casos es la mejor venganza de la mujer.

Aunque aún no en su justa dimensión, en el discurso público y en la percepción social se reconoce el maltrato hacia la mujer y los niños. Esto no ocurre en el caso de los varones que también reciben malos tratos. Se trata de una realidad que rara vez se menciona.

Amenazas, uso de los hijos para condicionar la voluntad, exigencias económicas, humillaciones, escenas públicas y también golpes, son algunas de las manifestaciones de violencia verbal y física en contra de varones.

El maltrato muchas veces se manifiesta a través de chantaje y amenazas. Algunas  mujeres, al enterarse de que la ex pareja inicia una nueva relación, recurren a argucias para causar daño.

De lo anterior podemos inferir que se puede ser víctima o victimario, siendo hombre o mujer, porque no es una cuestión de sexo. Se trata de roles que se adoptan según las características de las familias y de la cultura, que se transmiten de generación en generación. A veces no hay agresión física, pero sí otra mucho más sutil como se ha precisado en líneas anteriores.

Es por ello que en el ámbito laboral que me desenvuelvo, que es la defensa y protección de los derechos humanos, es importante llevar a cabo talleres, cursos y pláticas de carácter preventivo, a fin de evitar cualquier acto de violencia al interior del seno familiar.

*Encargado de la Cuarta Visitaduría General de la Comisión Estatal de Derechos Humanos