A la Verónica: Adiós postergado
21 de septiembre - 2014

gerardo_toros

La semana pasada el matador de toros de Apizaco, Rafael Ortega Blancas anunció que no se retira de la fiesta brava.

El anuncio causó sorpresa entre los círculos taurinos del país y particularmente en Tlaxcala. Uno de sus hijos pródigos había dado a conocer hace unos meses su adiós definitivo de los ruedos para el 12 de octubre próximo. Hoy el torero desistió.

El matador de toros fue inteligente al ofrecer disculpas a la afición, a los profesionales del toreo, medios de comunicación y a empresarios.

El retiro ya se había anunciado de manera anticipada. El que escribe, entrevistó a Ortega hace unos meses, se le veía triste, melancólico al hablar del adiós.

Se entiende perfectamente bien la decisión. Es incuestionable, los toreros nacieron para estar frente al toro, alejarlos de ese mundo, como algunos han escrito y pronunciado, es morirse en vida.

Rafael ha dicho que la profesión de torero es la más bonita del mundo. Debe serlo. Aquellos que vivimos la fiesta desde otro ámbito nos envenenamos de su color, sus esencias, significados y matices del éxito y el fracaso.

La fiesta de toros se vive de una manera distinta, dependiendo el actor: aficionado, empresario, ganadero, juez, periodista, y desde luego, los matadores de toros. Me atrevería a decir que hasta el villamelonaje la vive de una manera especial.

Recuerdo el caso del gran David Silveti. Ciertamente en circunstancias distintas, pero me atrevo a comparar ambos casos por la ansiedad que provocaba en el torero guanajuatense el pararse frente a los toros.

“Torear es una necesidad, y vivir, una circunstancia”; pronunció el gran Rey David.

Castigado fuertemente por los cuernos de los toros, David Silveti encontraba en el toreo una forma de liberarse de su bipolaridad.

Un torero que al ser avisado por los médicos sobre su imposibilidad por torear, sacó fuerzas de donde sólo los toreros pueden. Y siguió toreando.

Fueron pocas las tardes que toreó después de las múltiples operaciones que recibió. Pero se puso donde nadie, al final, su incapacidad por mover las rodillas de manera libre, le ayudó a desarrollar una técnica torera formidable. Se quedaba en el sitio, no reponía, se aliviaba lo mínimo.

Dentro de su comunicado de prensa difundido en la prensa especializada, Rafael Ortega fue enfático: “Bien dicen que vivir sin torear no es vivir, y es muy cierto. Me siento físicamente bien y es por ello que les anuncio que seguiré activo en mi profesión de torero. Ofrezco disculpas a la afición, a todos los profesionales del toreo, a los medios de comunicación y a los empresarios”.

Preguntarnos por cuánto tiempo tendremos a Ortega en los ruedos sería aventurado, ahí tenemos a Rodolfo Rodríguez; sólo el tiempo nos dirá cuánto más estará uno de los apizaquenses más queridos en su tierra.

Atrás han quedado las tardes en la que Rafa era el protagonista junto con la también figura de Eulalio López “Zotoluco”, no obstante, los que le hemos visto torear sabemos que con un toro puede bordarla, hacer el toreo que siempre gustó a los aficionados avezados.