Jugando a ser mamá
12 de mayo - 2014

20140512-070140.jpg

Pbro. Ranulfo Rojas Bretón

El crecimiento del número de madres adolescentes ha prendido los focos rojos en la sociedad mexicana y Tlaxcala no puede escapar a esta realidad. ¿Qué pasa en la mente de adolecentes de secundaria y de la prepa que se aceleran y de pronto sin medir las consecuencias se embarazan?

Lo que me sorprende es que cada vez se toma con menos dramatismo el embarazo de adolescentes y explico lo que percibo: en pláticas de adolescentes ven el embarazo como algo muy natural y se expresan como si se tratara de algo hasta meritorio; comentarios en redes hablan de estar felices porque un nuevo ser está en el vientre de ellas y los diálogos con sus amistades no se hacen esperar: “te ves divina” “qué felicidad” “oye seremos comadritas” “hay que preparar el baby shower” “¿ya pensaste en el nombre?” “¡muchas felicidades a ti y al papá!”.

Comentarios que conforme avanza el embarazo se hacen más comunes. Los mismos hombres adolescentes con quienes tuvieron relaciones participan de este mismo proceso, reconociendo la paternidad y compartiendo su alegría con sus amigos y amigas. Todo transcurre cual si se tratara de algo tan normal y ordinario que no presenta signos de tragedia.

Hace pocos años, el embarazo en adolescentes en general, se convertía en un estadillo de bomba en las familias; la hija había sido deshonrada, el causante del hecho se desaparecía y no querían que nadie se enterara del hecho, todo permanecía oculto en el ambiente familiar.

Muchas cosas han cambiado en la conciencia colectiva y según lo que expresaba Carlos Marx de que todo cambio en la conciencia colectiva se debía: “a aquellos pequeños e imperceptibles movimientos en la conducta del hombre y que a la larga se convertían en grandes cambios”. Hoy ya no son pequeños e imperceptibles movimientos en la conducta, dice el Papa Francisco que ahora: “son enormes saltos cualitativos, cuantitativos, acelerados y acumulativos”, y efectivamente en nuestros tiempos se están dando enormes cambios culturales que sorprenden y apenas nos dan tiempo de acomodarnos cuando ya estamos en otro cambio. Parece la realidad como la tecnología, cada paso es rápido y vertiginoso, de tal manera que podemos quedarnos “obsoletos” si no abrimos nuestros sentidos a la realidad y nos esforzamos en procesarla para poder entenderla y así explicarla.

En los padres de familia ha habido más conciencia de que no se puede abandonar a una hija que ha salido embarazada a su suerte y que se le tiene que ayudar; que no se le puede obligar a casarse ni orillar al matrimonio, además de que la edad les impide tanto por lo civil como por la iglesia realizar el sacramento; que no se debe privar de la escuela a las niñas solo por estar embarazadas, de hecho el sistema educativo también les permite seguir con sus estudios mientras dura el embarazo, que puedan asistir y cuando ya tiene que dar a luz pueden retirarse a sus casas por los días que necesiten recuperarse sin menoscabo de sus estudios pues no sufrirán ningún problema porque se trata de causa justificada. Hasta hace poco todavía el embarazo en alguna de las adolescente era causa suficiente para despedirla de la escuela, por lo menos en algunas escuelas particulares, no sé cuál era el procedimiento en escuelas públicas.

Respecto al trato con los adolescentes hombres “novios” de las niñas, ya no se ejerce violencia, ni amenazas, -hace poco el muchachito sabía que no se la iba a acabar ni con la familia de la niña ni en su casa-, más aún los padres de ella y de él convienen en que cada uno siga en su casa, siga sus estudios y estén al pendiente del embarazo sin que rompan con el noviazgo. Así que los papás se responsabilizan de los actos que los adolescentes han realizado.

Una vez que ha nacido el niño, quienes también se hacen cargo de la manutención, de la atención del niño son los abuelos, pues los papás apenas estudian secundaria o preparatoria y siguen siendo hijos de familia, de tal manera que si no tienen dinero para ellos, menos podrían tenerlo para cubrir las necesidades de su hijo. Sin embargo, el noviazgo de los pequeños papás siguen con toda normalidad pues apenas adolescentes querrán vivir lo mismo que sus amigos y amigas, gozar de las mismas aventuras, seguir como si no tuvieran alguna responsabilidad, al fin, el niño está bien cuidado por la mamá de la mamá. Muchas de estas relaciones terminan pronto pues su noviazgo y embarazo son percibidos como cualquier episodio de la vida adolescente.

Hay niñas que no tienen esa suerte y su embarazo se convierte en un martirio; la familia no la puede ayudar o sólo puede medio ayudar, así que tendrá que dejar la escuela. El padre desaparecerá de la vida de ella y ni siquiera se le pueden fincar responsabilidades en razón de la corta edad. Ahí la situación se torna dramática porque llegará a engrosar una familia que de por sí ya pasa penurias. La pobreza, el hacinamiento y la desnutrición se convierten en caldo de cultivo para males mayores.
Hay situaciones en que la adolescente tiene que esconder su embarazo por miedo a la reacción de sus padres y el silencio la hace presa de malas decisiones de tal manera que puede intentar abortos en la clandestinidad que puede llevarla a funestas consecuencias.

El embarazo de adolescentes tiene muchos rostros dependiendo también de muchos factores: la información no ha logrado incidir; la repartición indiscriminada de condones tampoco ha reducido el número de embarazos, ni siquiera el aborto permitido por la ley en el DF ha eliminado el embarazo de adolescentes en la misma Ciudad de México. Esta realidad no puede evadirse y apremia para ser tomada en cuenta por todos. Sin duda, los padres de familia son los primeros responsables de acompañar la formación de sus hijos para que poco a poco sean más responsables y no busquen quemar etapas que terminarán perjudicándolos. No hay que informar solamente sobre la sexualidad y las cuestiones del sexo, ni mucho menos ofrecer los paliativos que presentan los anticonceptivos y la difusión del condón. Tampoco hay que presentar el aborto como una solución social sin hablar de todos los efectos físicos, psicológicos y morales que presenta esta práctica. Es tiempo de que padres de familia, escuela, iglesia y organizaciones civiles, responsablemente estemos más cerca de los adolescentes para ayudarles en la formación de los valores y de la importancia que tiene el procrear cuando las condiciones sean óptimas para ellos y para los hijos que traerán al mundo. Es triste ver a adolescentes teniendo que crecer y a la vez ayudar a crecer a los niños que ya llevan en brazos. ¡La maternidad es una bendición y un don pero no es un juego!