Dar para recibir
3 de julio - 2017

Ranulfo Rojas Bretón

Me llegó a la mente una narración de alguien que aferraba en su mano un poco de dinero y veía caer mucho más como si de una lluvia se tratara pero chocaba en su mano que simplemente se quedaba sin atrapar nada más porque se aferraba a lo que tenía en ella. La reflexión que me hacía era que mientras uno se aferre a lo que tiene, jamás podrá disfrutar de aquellos bienes que caen por la única razón de que para que suceda, se necesita desprender de lo que se tiene.

Me parece que en la vida sucede algo muy similar, la reacción normal ante los bienes es aferrarse y tener para sí, “mis cosas” “mis bienes”, y, qué difícil es abrir hacia los demás aquello que se tiene, aun cuando la conciencia social nos dice que todo, absolutamente todo lo que tenemos es propiedad de todos, es decir, es más pleno cuando lo ponemos al servicio de lo demás y lo más importante es que cuando abrimos las manos hacia los demás para compartirles “nuestros bienes” es cuando podemos disfrutar de muchas satisfacciones y podemos tomar los bienes que nos rodean.

El profeta Isaías escribe: “cuando compartas tu pan con el hambriento y sacies la necesidad del humillado, brillará tu luz en las tinieblas y tu oscuridad será como el medio día. El Señor te dará reposo permanente; en el desierto saciarás tu hambre y dará vigor a tu cuerpo; serás como un huerto bien regado, como un manantial cuyas aguas no se agotan” Is. 58, 10-12. Es curioso porque parece que cuando compartes tu pan, en lugar de quedarte sin nada, en realidad recibes mucho más. “ser como un huerto bien regado” habla de la abundancia, y es claro que si tú das, entonces recibes y en la dinámica de la fe bíblica si tú das, no solo no recibes lo mismo que tú das, sino que recibes con abundancia. “El ciento por uno” en palabras de Jesús es la convicción de que todo lo que tú das de corazón no queda sin recompensa, “el que diere aunque no sea más que un vaso de agua fría a uno de estos pequeños, por ser discípulos míos, les aseguro que no se quedará sin recompensa”. Esto hay que creerlo, y con ello desarrollar un sentido de generosidad, convencidos de que el “dar” es una de las mejores inversiones porque no hay quien te dé el ciento por uno de lo que tú pones, pero así es Dios. Y ya ni se diga de la convicción de que el dar al necesitado es “acumular un tesoro en el cielo donde el ladrón no llega y la polilla no carcome”.

Cuando Pedro le preguntaba a Jesús: “nosotros que lo hemos dejado todo por servirte ¿qué nos va a tocar? Jesús lejos de criticar su ambición dice contundente: “ustedes que han dejado casas, esposa, hijos, bienes, recibirán el ciento por uno en casas, esposas, hijos y bienes en estas vida y en la otra la vida eterna”. Jesús no dice que hay que esperar hasta la “otra vida” como muchos han mal afirmado de la fe, diciendo que se le dice a la gente “sufre en esta vida pero en la otra gozarás de muchos bienes”, no, la promesa de Jesús es el ciento por uno aquí en la tierra, “en esta vida”.

Dios paga con abundancia la generosidad, eso sí, también castiga la avaricia y el despilfarro, “quien quiera conservar su vida para sí, la perderá, pero el que la pierda por mí y por el evangelio, ese la salvará” y por vida hay que entender todo lo que es la vida: bienes, salud, etc. Así que la mejor manera de incrementar los bienes de la tierra es ofrecerlos, es ayudar a quien lo necesita, es dar en las cosas de Dios y obvio dar sin escatimar. Finalmente, el dar también es una buena inversión para la salvación, Jesús dijo: “con el dinero, a veces tan lleno de injusticias, gánate amigos que cuando mueras te reciban en el cielo”. Así que por donde se le vea, el dar es la mejor inversión que uno puede hacer.