El niño cristero
17 de octubre - 2016

ranulfo_rojas

Ranulfo Rojas Bretón

El domingo 16 de octubre el papa Francisco canonizó a José Sánchez del Río conocido como “el niño cristero” martirizado la noche del viernes 10 de febrero de 1928 a las 11 y media de la noche cuando apenas contaba con 14 años de vida. Nació el 28 de marzo de 1913 en Sahuayo, Mich. Hijo legítimo del señor Macario Sánchez Sánchez y de la señora María del Río, quienes engendraron y educaron cristianamente a sus hijos: Macario, Miguel, José y María Luisa.

Apenas cumplidos 14 años quiso unirse al ejército cristero. Su madre se oponía a sus intentos porque lo veía todavía muy pequeño, pero José le respondió con gran sencillez: “Mamá, nunca como ahora es tan fácil ganarnos el cielo”, sus tías lo ayudaron en su propósito y aunque no fue aceptado para portar armas, él se ofreció a ayudar con el cuidado de los caballos y ayudar en la cocina. El Gral. Guízar Morfín nombró a José su clarín para que estuviera a su lado transmitiendo sus órdenes a la gente y como abanderado de la tropa.

No parece ordinario que un adolescente pueda tener decisiones tan firmes y sobre todo valientes pero cuando hay gente como el caso de José siempre serán admirables.

Conocemos poco de la guerra cristera, hoy, a propósito de los santos mexicanos fruto de esa guerra y que comenzaron a hacerse más públicos a partir de que el Papa Juan Pablo II –hoy santo- los beatificara en noviembre de 1992, las historias de esos hechos y de esos grandes personajes están más al alcance de todos.

Material obligado para dicho conocimiento son los 3 tomos escritos por Jean Meyer y de manera más popular la reciente película “La Cristiada” protagonizada por Andy García que da vida al General Enrique Gorostieta ideólogo del movimiento.

A propósito de la canonización del pequeño José y para conocer un poco más de su pensamiento les invito a conocer la carta que una vez preso le mandara a su mamá: «Cotija, lunes 6 de febrero de 1928. Mi querida mamá: Fui hecho prisionero en combate este día. Creo en los momentos actuales voy a morir, pero nada importa, mamá. Resígnate a la voluntad de Dios, yo muero muy contento, porque muero en la raya al lado de Nuestro Señor. No te apures por mi muerte, que es lo que me mortifica; antes, diles a mis otros hermanos que sigan el ejemplo del más chico y tu haz la voluntad de Dios. Ten valor y mándame la bendición juntamente con la de mi padre. Salúdame a todos por la última vez y tú recibe por último el corazón de tu hijo que tanto te quiere y verte antes de morir deseaba. José Sánchez del Río».

No menos impactante es la carta dirigida a su tía María a quien le pedía le llevara la comunión como viático en el mismo día en que sería martirizado: “Sahuayo, 10 de febrero de 1928. Sra. María Sánchez de Olmedo. Muy querida tía: Estoy sentenciado a muerte. A las 8 y media se llegará el momento que tanto, que tanto he deseado. Te doy las gracias de todos los favores que me hiciste, tú y Magdalena. No me encuentro capaz de escribir a mi mamacita, si me haces el favor de escribirle a mi mamá y a María S. Dile a Magdalena que conseguí con el teniente que permitiera verla por último. Yo creo que no se me negará a venir. Salúdame a todos y tú recibe, como siempre y por último, el corazón de tu sobrino que mucho te quiere y verte desea. ¡Cristo vive, Cristo reina, Cristo impera! ¡Viva Cristo Rey y Santa María de Guadalupe! José Sánchez del Río que murió en defensa de su fe. No dejen de venir. Adiós”.

El relato del martirio es impresionante: “por fin llegó la hora del martirio. Cerca de las once de la noche le desollaron los pies con un cuchillo, lo sacaron del mesón y lo obligaron caminar a golpes por la calle de Constitución que en ese tiempo quedaba derecho al cementerio municipal. Los verdugos querían hacerlo apostatar a fuerza de crueldad inhumana, pero no lo lograron. Sus labios sólo se abrieron para gritar vivas a Cristo Rey y a Santa María de Guadalupe. Los vecinos escuchaban con infinita pena los gritos llenos de valor y fervor cristiano que José lanzaba en medio de la noche: “¡Viva Cristo Rey!”.

Ya en el panteón viendo su fe y fortaleza que no se amilanaba ante el tormento, el jefe de la escolta que presidía la ejecución ordenó a los soldados que apuñalaran el delgado cuerpo del adolescente para evitar que se escucharan los disparos en el pueblo. A cada puñalada José gritaba con más fuerza: “¡Viva Cristo Rey!”.

Luego el jefe de la escolta dirigiéndose a la víctima le preguntó por crueldad si quería enviarle algún mensaje a su padre. A lo que José respondió indoblegable: “¡Que nos veremos en el cielo! ¡Viva Cristo Rey! ¡Viva Santa María de Guadalupe!”. En ese mismo momento para acallar aquellos gritos que lo enfurecían, él mismo sacó su pistola y le disparó en la cabeza. José cayó bañado en sangre, ahogando así el último grito de su jaculatoria ritual para la muerte. Eran las once y media de la noche del viernes 10 de febrero de 1928. Su cuerpo quedó sepultado sin ataúd y sin mortaja, recibió directamente las paleadas de tierra”.