Bendito tu vientre fecundo
9 de mayo - 2016

ranulfo_rojas

Por Ranulfo Rojas Bretón

Dios me concedió un santuario en el que la chispa de mi vida tuvo comienzo, ahí en tu vientre mamá comenzó el acto de mi creación. Mientras tu óvulo cual tierra fértil recibía esa pequeña cabeza de espermatozoide, Dios Todopoderoso realizaba ese momento creador que significó el comienzo de mi vida: la creación de mi espíritu. No tomó de una bodega de almas la que podría ser yo, simplemente porque no existe ningún almacén o bodega que albergue almas en espera de que se dé esa unión en la que coopera el hombre y la mujer dentro de un cuerpo, no existe un lugar o espacio en el que preexistan los espíritus para cada uno de nosotros. No, yo comencé a existir cuando Dios Creador sacó de la nada, el espíritu que soy yo, y así, de la vida de mi papá y de ti mamá que gozosamente se unieron para que se posibilitara mi existencia, de esa hermosa cooperación, se posibilitó que mi Padre del cielo porque así lo quiso, creara mi espíritu y comenzara ese pequeño ser que soy YO, ese milagro del “espíritu encarnado” que tiene un nombre, el que decidieron que yo llevara.

Cuando en lo íntimo de ti mamá y por el cuidado que pusiste para alimentarme, Dios hiso que se fueran formando mis huesos, que se fueran tejiendo mis nervios y tomando forma cada uno de mis órganos, ahí comenzaba la hermosa experiencia de mi vida. Tu vientre bendito fue el laboratorio de Dios para la formación de cada parte de mí y de todas capacidades que en el transcurso de mi vida permitirían mi desarrollo, cual arquitecto velaba que todo se fuese dando de acuerdo a su plan.

Tu vientre bendito mamá, fue ese espacio cálido y amoroso que me permitió comenzar a disfrutar de mi vida, aún era invisible a los ojos humanos, aún era imperceptible para ti, pero ese gran milagro que soy yo, ya estaba dentro de ti. Ya había comenzado por voluntad de Dios mi chispa vital.

Tu vientre bendito fue para mí, ese paraíso de terrenal como el de Adán y Eva, donde sin tener que hacer nada lo recibía todo. Ahí comenzaste a alimentarme, a darme ese amor y cariño que me hacía no temer porque estaba rodeado de toda tu protección, yo tenía todo lo que necesitaba.

Unidos por nuestros ombligos comenzamos a comunicarnos, a través de ese camino que Dios diseñó, no solo llegaba mi alimento, también llegaba todo lo que necesitaba para sentirme amado y protegido. Por ese camino recibía tu afecto y la confianza para que cuando llegara el momento no tuviese temor a salir.

Tu vientre bendito fue mi primer hogar, ahí experimenté la felicidad de tenerlo todo, ahí podía moverme en completa libertad, ahí comencé a dar mis primeras señales de mi presencia en este mundo. Mi corazón comenzó a palpitar, mi sangre comenzó a circular por mi pequeño cuerpo.

Estoy seguro mamá que en tu vientre bendito comencé a pensar, a sentir lo que estaba afuera, a percibir el mundo exterior y los afectos de quien intentaba acariciarme a través de las paredes de tu vientre.

Gracias mamá por permitirme ser parte de ti, gracias mamá por dejarme estar esos maravillosos meses de mi vida dentro de ti, por darme lo que me diste, por la oportunidad de estar ahí en tu intimidad tomando de ti, aprendiendo de ti, viviendo a través de ti.

¡Gracias por tu vientre bendito, sin ti no podría haber sido posible ese milagro que soy yo! ¡Gracias mamá por ser lo que eres y por permitir ser lo que soy! ¡Gracias por demostrarme tu amor protector desde que notaste mi presencia en lo íntimo de tu vientre bendito! ¡Eres y serás para siempre el mejor regalo de Dios en mi vida: te amo mamá!