Periodismo “Murrietesco”
9 de noviembre - 2014

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Por Gerardo Orta

El miércoles 29 de octubre, el periodista y cronista taurino Heriberto Murrieta compartió una amena charla con la afición de Tlaxcala.

En un nutrido cónclave donde se pudo degustar el fino y aseado verbo de uno de los periodistas taurinos e incluso deportivos, más influyentes del país, los temas fueron variados.

El periodismo fue uno de ellos. Heriberto, recomendó a las nuevas generaciones de periodistas, orientar a las juventudes sobre las bondades de la fiesta de los toros.

Promover lo bueno, no centrarse en el sensacionalismo provocado por la cornada o el percance del torero en el ruedo, como muchos hacen en medios televisivos, radiofónicos, impresos y electrónicos.

Fueron múltiples las preguntas que el auditorio presentó a Heriberto. Lo mismo longevos aficionados, que aquellos que apenas sienten interés por la fiesta de toros.

Llamó la atención el comentario, diverso, en torno a la presencia de los toros en las plazas. Particularmente en la de Tlaxcala. Hasta un juez de plaza, que se encontraba entre los asistentes, fue aludido.

Ciertamente la presencia de los toros, al menos en Tlaxcala, ha dejado mucho que desear. La complacencia ha sido de autoridades y empresarios, vamos, hasta de ¡Toreros! Sin embargo, no hay que extrañarnos, desde hace muchos años esas malas prácticas fuera de los ruedos han empañado a la fiesta de aquí y otros lados.

Toros sin trapío, sin edad, rasurados, ¡SIN BRAVURA! El toro chico, entre más grande el torero, más chico será el toro. Cuentan.

El verdadero aficionado está cansado de marrajos en los ruedos, la falta de seriedad, encierros parchados y pastueños que no aportan peligro, ingrediente fundamental de la tauromaquia.

Ciertamente, el público mexicano se ha caracterizado por ser torerista, critica y evalúa en primer lugar el desempeño del lidiador en el ruedo. El toro, qué importa.

No se evalúa el comportamiento de la bestia en el ruedo, cuando este debería ser el primer signo a evaluar en una faena.

Precisamente, el periodista hacía referencia a las barbaridades que, como aficionado en las barreras o tendidos, ha escuchado del público villamelón.

A los estos, los simples espectadores que sienten la fiesta, no como una experiencia sensorial, sino como un símbolo de estatus, no importa el toro bravo.

A esos auténticos enemigos de la fiesta, sólo impone el beber, dejarse ver, y decir tonterías que nada tienen que ver con el espectáculo taurino.

De manera personal, siento agrado por el periodismo “murrietesco”. Un estilo agradable, fino y formal. Orientado a lo ortodoxo de la clásica redacción. Aseada, sin rollos, directa al grano.

Las crónicas de Murrieta han sido criticadas por un sector de la afición. El toreo es subjetivo, difícilmente podrán homologarse los criterios de los auténticos aficionados.

Cada uno la vive de forma distinta, la entiende y saborea conforme a cómo la sienta en la plaza. Incluso, me atrevería a pensar que un pase o un lance se vive distinto, dependiendo la localidad que se tenga en las butacas de la plaza.