Voces inocentes
7 de julio - 2014

ranulforojascolumna23

Pbro. Ranulfo Rojas Bretón

Un velado escándalo acallado está goleando nuestras conciencias pues el creciente fenómeno de niños que migran sin la compañía de un adulto y los centros de recepción que tienen en los estados fronterizos de la Unión Americana no puede dejarnos ni con los ojos cerrados, menos la boca y tampoco con los brazos cruzados.

Cierto que no se trata de un fenómeno aislado al problema de la migración permanente hacia los Estado Unidos pues según algunos ya desde los años noventa, había infantes solos tratando de pasar al vecino país. Las razones sociológicas son evidentes, los hombres migraban en busca de oportunidades y mantenían a su familia en su país de origen, con el tiempo ya no solo los hombres, también las mujeres intentaban pasar la frontera y quienes tenían hijos se veían obligados a dejarlos encargados con algún pariente que podía ser bien los abuelos, algún tío u otro familiar. Este fenómeno en México no ha sido tan agresivo ni riesgoso como sí lo está siendo para los hermanos centroamericanos que no sólo tienen el problema de intentar pasar la frontera entre México y los Estados Unidos, ellos enfrentan graves problemas desde que salen de sus propios países y cada frontera tiene sus propios riesgos. Los hermanos centroamericanos se quejan y no les falta razón, de que atravesar México es para ellos más duro que pasar a los Estados Unidos. Se quejan y con razón de que los mexicanos los maltratamos, robamos, violamos y abusamos de ellos, historias nos las sabemos de memoria. Sin embargo no les queda de otra que intentar pasar la frontera pues muchos de ellos buscan encontrarse con sus padres, otros más van huyendo de una situación de violencia en sus países. Veía una entrevista donde una niña narraba como las familias que tienen parientes en los Estados Unidos deben pagar un derecho de piso como cierta protección y quien no lo hace es asesinado y expuesto para escarmiento de los demás. Ante esa realidad ella tuvo que huir tratando de llegar a los Estados Unidos algo que no ha logrado y ahora con el riesgo de la deportación ella sabe que no vivirá si regresa al lugar de donde huyó.

Las escenas de niños hacinados en varios centros de los Estados fronterizos muestran la cruda realidad que vivimos; no tienen alimentos suficientes, no tienen la estructura conveniente y viven con la zozobra de no saber cuál será su destino. Quiéranlo o no, los estadounidenses están enfrentando un problema ético pues su postura no cambiará, sus fronteras están cerradas y no las abrirán para que los niños se queden en su territorio, así que quienes tienen ya familia en los EU no podrán reunirse con ellos y quienes están solos no podrán quedarse a vivir allá. ¿Qué pasará? Tal vez decidan deportarlos y buscarán la manera de regresarlos a sus países de origen sin importarles la circunstancias que enfrentan pues no podrán reunirse con sus familiares y en sus países tal vez ya no tengan familia y tengan que enfrentar situaciones nada gratas. Lo malo será para quienes hayan huido de un clima de violencia y no podrán escapar de las consecuencias de su huida. Toda deportación no garantiza que regresen a sus lugares de origen y entonces el problema lo pasarán a la cancha de México, solo los sacarán de sus fronteras y muy probablemente nuestro país sea el patio para deshacerse del “problema” que enfrentan.

Sea cual sea la resolución que tomen, los americanos no quedarán nada bien con la moral porque pregonan principios que no cumplen y promueven acciones humanitarias en países distantes y  no hacen lo propio en situaciones que están presentes en su territorio.

Ahora bien, si el “problema” se lo pasan a México, tampoco creo que podamos ofrecer soluciones, pues si con nuestros niños que también migran andamos pasando penurias, ya imagino la responsabilidad de velar por cincuenta mil niños centroamericanos. Hay quien sugiere que el asunto de los niños migrantes retenidos en Estado Unidos pueda ser tomado por la ONU como si se tratara de un “asunto humanitario” y que fueran varios países especialmente los que tienen que ver con este problema quienes busquen soluciones, la idea no es mala pero para el ego de los Estados Unidos no creo que quieran reconocer que tienen un problema humanitario en el país más poderoso del mundo; sería un golpe muy duro a la imagen que pregonan.

La resolución y solución que se tomen puede ayudar a reducir el problema pero los efectos de lo que está pasando esos perdurarán y serán de consecuencias diversas. No olvidar que lo que pasó en El Salvador con motivo de la guerra que enfrentaron y provocó el que muchos niños fueran reclutados por el ejército, otros por la guerrilla, muchos más tuvieron que salir del país. Los niños enfrentaron realidades muy duras que según muchos fueron la raíz de los llamados “maras”. Lo mismo pasó en Guatemala y la explicación de jóvenes violentos, desalmados, con sangre fría para matar se debe buscar en la cruda realidad que esos niños vivieron y en la separación forzada de sus familias y para muchos la pérdida de sus padres. Los niños que crecieron sin referencia familiar, se convirtieron fácilmente en sicarios pues carecían de valores fundamentales además de que no vivieron ambiente de familia. Luis Mandoki retrató en su película “voces inocentes” la realidad de El Salvador en guerra y lo que enfrentaron los niños con todos los efectos que padecieron.

Los niños que han tenido que padecer situaciones muy crudas, separación de sus familias, normalmente tienen consecuencias graves. Me llega a la mente películas como “diamante de sangre” donde un niño es reclutado por el ejército y alienado por los mensajes de odio que recibe permanentemente más la droga y el alcohol lo hacen dejar de ser un niño normal para convertirlo en un enajenado mientras su padre hace todo lo posible por encontrarlo y regresarlo al ambiente familiar. Cuando lo encuentra, enfrentará a un niño totalmente desconocido y que rechaza a su padre, tienen que pasar momentos muy dolorosos entre padre e hijo para que vuelva a tomar conciencia. Su padre le recuerda a su madre, a sus hermanas, a su perro y finalmente del rostro endurecido del niño aparecen lágrimas que muestran como desde lo profundo emergen sentimientos que parecían olvidados.

Me pregunto si ante la realidad de estos pequeños que están sufriendo separación de sus familias, angustias de kilómetros recorridos, hambre, sed, violencia, agresiones, algunos robos y hasta violaciones; ante la experiencia de deportación y lo que encuentren, si podremos subsanar sus heridas, si algún día podremos recuperarlos y verlos convertidos en gente de bien o por lo contrario estaremos formando gente que se dedicará a tratar de vengarse de una sociedad que no le pudo o no le quiso ayudar, esas voces inocentes claman al cielo y cuando Dios nos pregunte: “Caín ¿Dónde está tu hermano?”  No sé si seremos capaces de contestarle: “¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano?”