14 de mayo - 2025

Los juguetes artesanales pierden espacio frente a celulares y videojuegos entre la niñez tlaxcalteca.
Por Stephany Rodríguez
En una pequeña mesa del tianguis, don Armando acomoda con cuidado sus trompos, carritos y yoyos de madera. Lleva más de 30 años tallando a mano cada juguete, pero en los últimos cinco, sus ventas han disminuido drásticamente. “Antes, los niños se emocionaban por girar un trompo o lanzar un yoyo. Hoy, lo primero que piden es el celular de sus papás”, lamenta.
Don Armando no es el único. Artesanos de distintos municipios y comunidades, como Tlaxco, Contla, y Tizatlán entre otros, coinciden en que los juguetes tradicionales han perdido terreno frente a las pantallas. La modernización, el acceso a internet y la creciente oferta de entretenimiento digital han transformado la manera en que los niños se divierten.
En Tizatlán, una familia de artesanos continúa fabricando juguetes con madera de pino, como lo hacía el abuelo de la actual generación. “Antes vendíamos hasta cien piezas por semana en ferias y escuelas. Ahora, si vendemos veinte es mucho”, comentan Blanca, quien ha heredado el oficio junto a sus hijos.
Según cifras del INEGI, en Tlaxcala el 62% de los hogares ya cuenta con acceso a internet, y en más del 70% de ellos hay al menos un dispositivo móvil inteligente. Esto ha cambiado los hábitos de juego y consumo infantil, especialmente en zonas urbanas.
María Fernanda López, madre de dos niños en edad preescolar, admite que aunque le gustaría que sus hijos jugaran con juguetes artesanales, es más difícil captar su atención. “Están tan acostumbrados a las luces, sonidos y movimientos de los videojuegos, que cuando les muestro un carrito de madera, les parece aburrido”, comparte.
Especialistas en desarrollo infantil advierten que esta transición no es del todo positiva. La psicóloga educativa Iliana Romero, con experiencia en jardines de niños en Tlaxcala capital, señala que los juguetes tradicionales fomentan la motricidad, la creatividad y el juego simbólico. “Un trompo requiere coordinación; un carrito de madera estimula la imaginación. Las pantallas, en exceso, inhiben la interacción social y generan dependencia desde edades tempranas”, explica.
Mientras tanto, don Armando sigue esperando, con fe y paciencia, que algún niño se acerque a su mesa y elija un trompo. “Tal vez no les guste hoy, pero si al menos uno se lleva uno y aprende a girarlo, ya es ganancia”, dice con una sonrisa nostálgica.