La Guadalupana
11 de diciembre - 2017

Por Ranulfo Rojas Bretón

Las carreteras se llenan de peregrinos, las comunidades se adornan con los colores tricolores que siempre se han asociado con la guadalupana. México se llena de fiesta y no hay un solo rincón del país que no vibre con el aniversario de las apariciones de la Virgen María en su advocación de Guadalupe.

La fiesta a la guadalupana es muy similar a las fiestas de independencia aunque con la salvedad que de las manifestaciones festivas son más abundantes, puede ser que no se celebre la independencia pero la fiesta de la guadalupana no se pasa por alto.

Es muy difícil y casi imposible entender a México sin la virgen de Guadalupe. Ella ha estado presente en los acontecimientos históricos más importante: en los inicios de la evangelización, en la independencia, en la revolución, en la guerra cristera o persecución religiosa. Ha sido muy significativa en el fenómeno migratorio que vivimos y padecemos, pues los migrantes toman a la virgen de Guadalupe como su protectora para poder pasar y atravesar los numerosos peligros.

Lo acontecido en 1531 marca la vida del pueblo mexicano y en ello se incluye no solo “lo indígena” sino todo lo mestizo y lo que ahora es México. No es la exaltación de los valores típicamente indígenas sino que la sociedad que se ha ido formando a partir del evento guadalupano es un todo que no se puede separar. México es Guadalupano y la imagen de la virgen María en esta advocación es la más difundida en todo el mundo.

“Mexicanos volad presurosos, del pendón de la Virgen en pos. Y en la lucha saldréis victoriosos, defendiendo a la Patria y a Dios”. Con el estribillo de este himno se enarbola la bandera del guadalupanismo en México que para muchos es más fuerte que la religión misma y es que en estos días el fenómeno que vemos abarca a todos los católicos e incluso a muchos que sin profesar la religión católica, se sienten inmersos en este aluvión que inunda a todo México y más allá de nuestras fronteras. En Estados Unidos los mexicanos allá residentes organizan las fiestas guadalupanas en las que los mismos estadounidenses no latinos participan. Les sorprende el fervor y de pronto se sienten parte de él, que quedan atrapados en la magia que genera la presencia de la guadalupana. Muchos americanos han adoptado a la Virgen de Guadalupe como su protectora, de ahí el numeroso grupo de peregrinos que durante el año llegan a la Villa de Guadalupe, procedentes de la Unión Americana.

Durante estos días las carreteras nacionales se llenan de peregrinos que van en pos del cerro del Tepeyac. Jóvenes de preferencia, pero el número de niños y de adultos es también incalculable, y todos llenos de ilusión, a veces gastando sus ahorros, buscando la cooperación de patrocinadores, consiguiendo camiones, muchos de ellos, en no muy buen estado pero marcados con la fe de que la morenita los cuidará en su caminar. Grupos que solicitan la bendición al salir de sus pueblos, grupos de gente que los despiden con la esperanza de un buen camino. Cuántos de ellos llevan muchos años peregrinando y mantienen la ilusión de seguir, mientras Dios se los permita. Por lo pronto este año ya se los permitió.