Libertad de Expresión
8 de junio - 2016

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Pbro. Ranulfo Rojas Bretón

El 7 de junio era celebrado con gran pompa por la Presidencia de la República que invitaba a los medios de comunicación y celebraban el “Día de la Libertad de Expresión”. Aún recuerdo las críticas de escritores llamados de “izquierda o críticos” que no solo no asistían sino que criticaban la complicidad de los medios de comunicación con el aparato gubernamental. El “chayote” se hizo célebre y varios de estos comunicadores y escritores llamaban “chayoteros” a quienes recibían una dádiva de parte del gobierno en turno a cambio de ser benévolos con sus comentarios e incluso a quienes se dedicaban a alabar la obra de gobierno.

El control oficial también era duro e implacable, quien criticara al gobierno era sancionado y corría el riesgo de ser despedido y no volver a ser contratado por ninguna empresa. Los diarios también eran controlados mediante supervisiones e incluso en casos más duros no se les proveía de papel porque las importaciones del mismo eran controladas por empresas llamadas “paraestatales” o sea dependientes de gobierno.

Afortunadamente esos tiempos ya pasaron, aunque se puede uno preguntar si ¿de verdad hay libertad de expresión, si de verdad cada comunicador o actor social puede expresar lo que siente respecto a la sociedad, a la cultura, al gobierno sin recibir ningún tipo de presión o sanción? Ya no existe el tristemente célebre Palacio Negro de Lecumberri, donde estuvieron presos personajes que criticaron al sistema de gobierno, sean políticos o periodistas, pero ¿Ya se puede hacer crítica?

Actualmente sabemos que uno de los países con mayor riesgo para hacer periodismo es precisamente México. Cuando parece que ya estamos en tiempos modernos, de avance tecnológico y amplio desarrollo, no es extraño saber de periodistas desaparecidos, ejecutados y la mayoría de estos casos según se dice es por “pisar alguno que otro callo”.

Tlaxcala no ha escapado a las críticas de este tipo, hay comunicadores que se dicen “presionados”, afortunadamente no son casos graves aunque no han faltado amenazas, ofensas, mensajes y alguno que otro regaño y empujón al cubrir la noticia.

Sin embargo la libertad de expresión se me hace que tiene también un grado de responsabilidad muy grande y muy grave. Creo que quienes tenemos la oportunidad o el honor de poder acceder a un micrófono o a escribir algún artículo no podemos hacerlo a la ligera y sin apelar a una ética que respete la dignidad de la persona humana, saber que lo que yo diga, lo que yo escriba puede ayudar o dañar a alguien. San Pablo en su carta a los Efesios recomienda: “que no salga de tu boca palabra desedificante, sino la que sirva a la correcta edificación”. Me parece que como norma ética puede ayudar a quienes hablamos o escribimos. La libertad de expresión no debiera ser una libertad de decir lo que uno quiera o piense sin pasar por la criba de la reflexión sobre lo sensato o insensato de mis afirmaciones. Decir las cosas, hacer afirmaciones sin sensatez puede caer en el libertinaje mediático y aprovechando el micrófono o el teclado podemos dañar a la persona sin dar la oportunidad de defenderse por más derecho de réplica que se tenga.

La máxima de Voltaire: “Difama que algo queda” no debería ser la norma de acción del comunicador o periodista. Hace tiempo cuando le comentaba sobre la nota que había colocado un amigo periodista señalando que no era correcta su afirmación y que no estaba corroborada la misma se limitó a decirme: “padre, eso es lo que vende”. Respuesta que me dejó con un sabor desagradable de una visión del periodismo pues el periodista convertido en “mercenario” no se imagina todo el daño que puede causar solo con la ética de “eso es lo que vende”.

Las redes se han convertido también en palestra y sin embargo, pocos toman la conciencia de que se trata de una plataforma para la libertad de expresión y lo toman como libertinaje de expresión. Todo esto molestaba al fallecido Umberto Eco que llegó a afirmar: “las redes le han dado voz a los idiotas”, señalando con ello la irresponsabilidad al hacer uso de ellas.