Descrédito
25 de febrero - 2015

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Pese a los malos ejemplos, tanto institutos políticos como diputados muestran un preocupante desinterés por mejorar la confianza hacia los ciudadanos. Los dirigentes partidistas viven a costa del erario, las prerrogativas son manejadas a su antojo y nunca rinden cuentas a sus militantes, menos a la ciudadanía.

Por Edgardo Cabrera

No es casual que para la mayoría de los mexicanos los partidos políticos y los diputados sean los que mayor desconfianza provocan.

Los escándalos protagonizados por los representantes populares, que incluyen señalamientos de presuntos actos de corrupción (recordemos los moches en el PAN), vínculos con el crimen organizado (ahí están decenas de nombres de perredistas) o tráfico de influencias e improductividad (evidenciada por líderes sindicales priístas cobijados con el manto de una curul federal) han abonado a esta percepción.

Pese a los malos ejemplos, tanto institutos políticos como diputados muestran un preocupante desinterés por mejorar la confianza hacia los ciudadanos.

Los dirigentes partidistas viven a costa del erario. Las prerrogativas son manejadas a su antojo y nunca rinden cuentas a sus militantes, menos a la ciudadanía.

Aunque al interior de los institutos políticos se han creado infinidad de áreas encargadas del manejo administrativo y su supervisión, en los hechos, el destino de los recursos sólo lo saben dirigentes y sus camarillas.

Algo similar pasa con los diputados. Sus supuestos informes sólo son actos protagónicos que buscan un fin superior: continuar escalando políticamente sin importar dejar a medias el periodo para el que fueron electos.

Los legisladores son una clase privilegiada en nuestro país, igual que los partidos, a cambio de un trabajo realmente pobre reciben cientos, miles, millones de pesos en dietas y prerrogativas que provienen del erario.

Con sus honrosas excepciones, podemos ver a polític@s contratados sólo como levantadedos, gestores de intereses personales y aguerridos oradores en pos de reflectores, más no para defender a sus representados.

Si alguien duda de esta percepción, revisemos el Informe País sobre la Calidad de la Ciudadanía en México, realizado en el año 2013 por el Instituto Federal Electoral en conjunto con el Colegio de México, y cuyos resultados se presentaron en noviembre del año pasado por el recién estrenado Instituto Nacional Electoral.

Según el estudio, derivado de 11 mil encuestas aplicadas en el país, 8 de cada 10 ciudadanos desconfía de los partidos políticos y sus diputados.

En contraparte, tanto el ejército como los maestros y las iglesias son las instancias más fiables.

Según el estudio, el ejército fue bien evaluado al alcanzar 62% de las opiniones positivas, le siguieron los maestros con 56% y las iglesias con 55%.

Los encuestados confían un poco más en el gobierno federal que en el gobierno de su estado y municipio (36% contra 30%). Por su parte, la confianza en los partidos políticos y los diputados está por debajo de 20%, y la confianza en la autoridad electoral es de 34%.

También se revela que a mayor nivel de educación e ingreso, los ciudadanos tienden a confiar más en las instituciones y organizaciones. Los hombres tienden a confiar un poco más que las mujeres (38% contra 36%), y encontramos una relación negativa entre edad y el nivel de confianza de la ciudadanía, es decir, los jóvenes expresan más confianza que los adultos mayores.

En el plano local, el análisis presentado en este mes en Circotlx, relativo a la transparencia en el manejo de la información pública de los institutos políticos, los coloca en su justa realidad: todos están REPROBADOS.

Fue el Partido del Trabajo el que mejor calificación obtuvo durante los 7 años de la evaluación en materia de transparencia, realizada por la Comisión de Acceso a la Información Pública y Protección de Datos Personales (Caiptlax). Aunque es el mejor evaluado obtuvo un penoso 41.78, de un total de 100 puntos.

El peor es el Movimiento Ciudadano con un puntaje promediado de 10.46; en 7 años no hizo el mínimo esfuerzo por mejorar.

En plena disputa electoral federal, ¿con qué cara salen a pedir el voto?

Dados los estudios de opinión y las evaluaciones de transparencia, aunado al hartazgo hacia la clase política, todo apunta a que el abstencionismo será el gran ganador en este 2015, ya que seguimos sumergidos en más de lo mismo.

Dos noticias

La buena: Josefina Espinosa Cuéllar renunció a la dirección general del Cobat

La mala: el grave conflicto laboral que deja en la institución, el señalamiento del reparto a sus incondicionales de horas clase y los pésimos resultados en materia académica que convirtieron a este subsistema de excelente a uno de los peores del estado.

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