El humanismo no basta: jóvenes en Tlaxcala cubren con voluntariado lo que el gobierno no garantiza
6 de junio - 2025

Durante un acto en Emiliano Zapata, la gobernadora Lorena Cuéllar exalta el trabajo voluntario de estudiantes

Por Stephany Rodríguez

En un acto oficial cargado de emotividad, la gobernadora Lorena Cuéllar Cisneros elogió a 150 jóvenes que realizaron su servicio social en comunidades marginadas. En su discurso, insistió en que estos estudiantes no solo cumplieron un requisito académico, sino que sembraron “amor” y “humanismo” en los sectores más vulnerables del estado. Sin embargo, el evento también reveló una preocupante normalización del abandono institucional que enfrentan muchas zonas rurales del estado.

Durante su intervención, Cuéllar aseguró que “a veces no se necesita dinero, sino tiempo” para transformar la realidad, en un intento por dignificar las acciones altruistas de los estudiantes. Pero esta afirmación contrasta con los desafíos materiales que enfrentan cientos de familias en Tlaxcala, donde los servicios públicos, la atención médica y las oportunidades educativas siguen siendo limitadas, especialmente en zonas rurales y rancherías, como las que los jóvenes visitaron.

Aunque reconoció que “a veces no hay dinero que alcance”, la mandataria omitió hablar de políticas estructurales sostenibles para combatir la pobreza o mejorar el acceso equitativo a derechos básicos. En su lugar, se refugió en un discurso emocional que apeló a los recuerdos de su juventud, cuando según dijo también hizo labor social en zonas apartadas, sin televisión ni teléfono. Lo que Cuéllar presentó como inspiración, otros podrían interpretarlo como una señal de estancamiento: las mismas carencias que ella vivió hace décadas persisten.

En lugar de anunciar programas permanentes o mecanismos que fortalezcan el tejido institucional, se celebró la entrega de productos recolectados por los propios estudiantes, describiéndolos como “actos de amor”. Y si bien es valioso que los jóvenes muestren empatía y compromiso social, es problemático que el gobierno celebre este esfuerzo como sustituto de su propia responsabilidad.

Víctor Manuel Báez, coordinador de los programas de servicio social, fue otro de los funcionarios presentes. Según la gobernadora, su función es “enseñar a amar” a través de acciones. Esta visión, aunque noble en apariencia, pone en evidencia un patrón de política pública donde el corazón reemplaza a la estrategia, y el esfuerzo individual intenta compensar la ausencia de soluciones colectivas.

En su cierre, Cuéllar reiteró que el ejemplo de los jóvenes debe inspirar a toda la ciudadanía a “hacer algo por el prójimo”. Pero en un estado donde muchas comunidades aún esperan infraestructura básica, acceso a salud o empleo digno, el humanismo no basta. La solidaridad estudiantil no debería convertirse en la excusa perfecta para normalizar la desatención institucional.