CUENTAS
22 de junio - 2021

Por Edgardo Cabrera

En lo que constituye un nuevo exceso de la actual legislatura, los diputados tienen la intención de planchar las cuentas públicas 2020 del centenar de entes públicos y, trasciende, quieren también aprobarse la suya correspondiente a enero-agosto de 2021, incluso la del Ejecutivo.

La triquiñuela no es nueva, así actuaron anteriores legislaturas, y el objetivo siempre ha sido el mismo: negociar, encubrirse y cumplir con los acuerdos adquiridos durante su gestión, uno de ellos, el principal, ese fondo moches que les redituó en el manejo de una bolsa económica superior a los mil millones de pesos en tres años.

Mediante un comunicado de prensa, la semana pasada quedó constancia del plan, sin tapujos, confesaron que prevén adelantar la dictaminación por lo que exigieron al Órgano de Fiscalización Superior el informe de resultados del citado ejercicio fiscal.

Incluso la presidenta de la Comisión de Finanzas y Fiscalización, Luz Guadalupe Mata Lara estableció como plazo el 30 de junio para recibir la información y “a más tardar” el 30 de julio concluir la dictaminación, ¡sí!, todo en tiempo récord. Recordemos que concluyen su cargo el 30 de agosto.

Hablamos que julio lo dedicarán a cabildear con el Ejecutivo, Ayuntamientos, el Judicial y organismo públicos, aplicando su probada fórmula de “tolerar” quebrantos y observaciones por cierto porcentaje del presupuesto ejercido, modificando así el sentido de los informes y aprobando por “arte de magia” los estados financieros.

Todo lo anterior, a cambio de qué… no hay mucho qué pensar, simplemente hay que analizar el desgaste económico que sufrieron cuando pensaban que eran las más bonitas y bonitos para un electorado que al final los castigó con el látigo de su voto.  

AVORAZADOS

Como si se tratara de su premio de consolación, los diputados locales que se fueron en pos de un nuevo puesto de elección popular y perdieron, regresaron al Congreso solamente para seguir sirviéndose con el cucharon molero.

Los avorazados exigieron que les regresaran las presidencias de las comisiones legislativas que dejaron abandonadas por su ambición, y como era de esperarse, sus pares se las reintegraron.

Por ejemplo, José Luis Garrido, quien perdió el registro de su partido el PEST, no pudo perpetuarse como diputado ahora por la vía plurinominal y tuvo la desfachatez de impugar la elección de gobernador (pese a ser aliado de Lorena Cuéllar), soñando con rescatar algunos votos que le permitan no perder el registro.

Con todo y lo anterior, sus compañeritas y compañeritos diputados le regresaron la presidencia de la Comisión de Asuntos Municipales, en la que por cierto nunca pudo resolver conflictos como el de Chiautempan y Tlaltelulco que derivó en que esta elección quemarán urnas e impidieran el sufragio de la población.

La priísta Zonia Montiel, con todo y su pésimo papel en busca de la reelección, le retornaron la comisión de Asuntos Migratorios; a la petista María Félix Pluma que perdió Tlaltelulco pese al fondo moches y el apoyo de su papá que es el actual alcalde, volvió a encabezar la comisión de Juventud y Deporte.

María Isabel Casas Meneses, quien fracasó en Tepeyanco con Movimiento Ciudadano, retornó a las presidencias de tres comisiones, la de Finanzas y Fiscalización, Familia y su Desarrollo Integral, así como a la de Educación.

La panista Leticia Hernández fue compensada por su derrota en Santa Cruz Tlaxcala con la presidencia de Igualdad de Género y Contra la Trata de Personas; el perdedor en Apizaco Miguel Piedras, le dieron de nuevo la comisión de Asuntos Hidraúlicos.

Mientras que la morenista Mayra Vázquez, que no pudo ganar en Xaltocan, regresó a la Comisión de TurismoPatricia Jaramilloderrotada en el distrito 2 federal, la consintieron con la de Información PúblicaVíctor Báez, el gran perdedor de Zacatelco, lo reintegraron a la presidencia de la comisión de Fomento Artesanal.

De todas y todos los anteriores, a casi tres años de su labor poco, o nada tienen que presumir, su paso por las comisiones fue igual que su ausencia, es decir, sin mayor trascendencia, y así quedará en el registro de su triste historia política.