A la Verónica: El pecado de Gamero
8 de enero - 2017

Por Gerardo E. Orta Aguilar

A lo largo de esta semana se habló bastante sobre el actuar del rejoneador Emiliano Gamero, quien fue grabado mientras golpeaba a uno de sus caballos, ni más ni menos que con una cadena.

Las posturas han sido diversas, tanto a favor como en contra, lo que es cierto, es que a la cada vez más creciente parcialidad antitaurina, se le ofrecieron elementos lo mismo para denostar a la fiesta brava, que para insultar y exigir la abolición de la tauromaquia.

Algunos aficionados a los toros no sabemos lo suficiente sobre el comportamiento del caballo, ni si quiera del rejoneo, aunque es una práctica directamente relacionada con la fiesta de los toros.

A raíz de los comentarios que surgieron por el comportamiento de Gamero, no fueron pocos quienes defendieron el proceder del torero, debido al actuar inestable e impredecible de un animal como el caballo.

“Zapatero a tus zapatos”, fue una de las frases que pronunció el rejoneador al tiempo en que una persona le recriminaba su comportamiento.

Si bien solamente él conoce el actuar y temperamento de su cuadra, me parece que es sumamente cuestionable la forma en que reaccionó, pues yo no había visto a alguien que golpeara a un caballo, de su propiedad, primero, con una patada y después elevar el castigo con una cadena.

Es más, en las imágenes se observa el momento en que pone en riesgo la integridad física de uno de sus hombres que se encontraba junto al caballo que recibió el castigo, situación que no mereció la más mínima preocupación del caballista.

Lamentablemente, Gamero corrió con la mala fortuna de que alguien se encontraba en el lugar para grabarlo y exhibir su comportamiento.

Ahora, tendrá que asumir las consecuencias de sus actos. Mientras tanto, quien fuera su apoderado, Fermín Espinosa Menéndez, abandonó el barco “obligado por las circunstancias que en estos momentos está viviendo el matador Emiliano Gamero”, según se informó en un boletín de prensa.

A una década del milagro

El sábado siete de enero se cumplieron 10 años de lo que muchos bautizaron como “el milagro” de Rodolfo Rodríguez El Pana. Aquella tarde, lo que se presupuestaba como una despedida, terminó representando el surgimiento de una segunda época del extinto matador de Apizaco.

El efímero pero a la vez inmortal trincherazo, se convirtió en un estandarte que Rodolfo Rodríguez llevó a cada plaza después de aquella tarde del siete de enero de 2007 en la Monumental de Insurgentes.

Aún se recuerda su paso por los ruedos de México, su caló, el andar pausado y en figura, pero aún más, se le extraña en el mundillo taurino, actualmente ávido de figuras como él que se encargó de revivir las épocas románticas de la fiesta de toros en México.

Mientras tanto, su plaza en Apizaco, recibe un merecido mantenimiento tanto por fuera como por dentro. Ya era hora de que ese espacio se dignificara y correspondiera a la tradición taurina de la ciudad rielera.

Faltará ahora que termine por darle el realce merecido con espectáculos serios, principalmente en la presencia de los toros.

Por lo pronto, hay buen augurio con el presidente municipal de Apizaco, Julio César Hernández Mejía, quien gusta de la fiesta brava y planea cosas interesantes en lo taurino durante los próximos cuatro años y ocho meses. Ya veremos.

 

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