Oscar mexicano
29 de febrero - 2016

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Pbro. Ranulfo Rojas Bretón

Los premios Oscar ganados por Emmanuel Lubezki y Alejandro González Iñárritu enaltecen el espíritu mexicano y no por quererme subir al triunfo de alguien, como normalmente se acostumbra a nivel político al grado de querer estar cerca del ganador, de invitarlo a Los Pinos o hacerles llamadas a nombre de México cuando México como estructura política no hace nada para promover el surgimiento de creadores y nuestro cine mexicano va saliendo en gran medida por esfuerzos personales. Pero, de verdad emociona que haya mexicanos ganadores porque ayudan a que niños y adolescentes que afortunadamente están viendo cada vez con mayor frecuencia a mexicanos brillar, se acostumbren verlos ganadores y que vayan adquiriendo la mentalidad y el espíritu ganador, mismo que ha sido muy difícil de lograr y que hoy cada vez con mayor frecuencia aparece.

A ellos –niños, adolescentes y jóvenes- no les tocó esa historia negra del mexicano flojo y dormilón; ese que se representaba con su cobija y su sombrero durmiendo al pie de un cactus; ese que era sinónimo de pereza, de indolencia, de estancamiento, al que le bastaba comer tortilla, frijoles y chile para “irla pasando”; ese mexicano, mantenido por un gobierno al que tampoco le interesaba que saliera del subdesarrollo.

Tampoco les tocó la idea del mexicano valentón, la del charro mexicano con los prototipos de Pedro Infante, Jorge Negrete, Antonio Aguilar y Luis Aguilar cuya vida era una juerga con peleas de gallos, carreras de caballos, mariachi y serenata en el que hombre valedor podría tener mujeres “de a montón”, del ideal de “un ranchero enamorado que fue borracho, parrandero y jugador, Juan se llamaba, y lo apodaban charrasqueado, era valiente y arriesgado en el amor, a las mujeres más bonitas se llevaba y en esos campos no quedaba ni una flor”. Pero que junto a ese ideal de charro mexicano estaba ligado el de la pobreza de la mayoría y al que la pobreza “le hacía los mandados” porque “con dinero y sin dinero hago todo lo que quiero y mi palabra es la ley”.

Hoy la imagen del mexicano triunfador tiene otro prototipo, jóvenes futbolistas que tienen ya altura y fortaleza, que han madurado mental e intelectualmente y a los que no les intimida pararse en ninguna cancha del mundo y enfrentar a las “potencias del fútbol” porque después de títulos mundiales ganados hoy también ya son potencia. Hoy vemos a jóvenes mexicanos ganar olimpiadas de conocimiento a nivel mundial, ganar premios en geografía, a mexicanos y mexicanas destacar en muchos de los ámbitos de la sociedad que hace sentir orgullo de ser mexicano.

El triunfo del “Chivo” Lubezki que alcanza dimensiones de proeza con los tres Oscar ganados en tres años consecutivos, el de González Iñárritu ganador por dos años consecutivos y junto con el Oscar de Cuarón por “Gravity” que hace que por tres años consecutivos un mexicano reciba el Oscar como mejor director, permite que nos acostumbremos a ver a un mexicano ganador. Ya no es obra de la suerte, de la casualidad o de la “chiripa”, ya es fruto de la disciplina, de la creatividad, de la capacidad, del saberse ganador y del creerse ganador.

Gracias a todos los mexicanos que brillan porque con su brillo alegran a todos y nos hacen tomar conciencia que el éxito no se loga por casualidad, que nadie nos regala nada, que Dios nos da lo necesario pero que necesita que cada uno de nosotros ponga a trabajar esos talentos. El triunfo de deportistas, de creadores, de cineastas, de intelectuales, de empresarios, de comerciantes, de constructores, en fin de muchos que en las distintas áreas de la vida se están dando, son aire para un México cada vez más maltratado y que se sume en la depresión; aire para un mexicano que se hunde en la desesperanza. Cada triunfo de un mexicano es un aliciente que nos hace sonreír, nos hace crecer, nos hace creer. ¡Gracias “Chivo”, gracias “Negro”! ¡Muchas felicidades! ¡Ah! Y buen golpe al magnate Trump porque efectivamente como dijo Glass a su hijo mestizo: “Ellos no te escuchan, solo ven el color de tu piel”.