4 de enero - 2016
Pbro. Ranulfo Rojas Bretón
La ilusión y emoción de los niños que a propósito de la llegada de los Santos Reyes Magos no muestran es indescriptible; hay sonrisas, expectativa, magia, misterio y por encima de todo la esperanza de encontrar un regalo que estos legendarios personajes dejan en las casas de todos los niños que emocionados los toman en sus manos para compartir con sus papás lo que los reyes les dejaron. Ese brillo en la mirada de los niños; esa sonrisa, no tiene precio, ni modo de pagarla.
Pero los jóvenes y los adultos creemos que es solo y únicamente propiedad de los niños y nos equivocamos, porque el derecho de soñar y de ilusionarnos debe ser de todos, lástima que como dice el principito: “crecemos” y con el hecho de crecer, nos volvemos fríos, racionalistas, materialistas y muy poco espirituales, por eso, somos incapaces de ver un elefante que ha sido tragado por una boa y nuestra mirada adulta solo ve “un sombrero”. Somos incapaces de ver un borrego dentro de una caja. Nuestro mundo que se ha dejado poseer de nuestra adultez es incapaz de jugar con un poderoso coche de carreras y solo vemos una caja de cartón con la que solo almacenamos cosas.
Qué hermoso es dejarse tocar por la magia y disfrutar como hace unos días con mi pequeña sobrina la satisfacción de tomar una taza de té en una taza ahí donde mi mente demasiado adulta solo veía piedras y tener en mis manos un platito con un sabroso pastel donde mi mirada de gente grande solo veía tierra húmeda. Sin embargo, volver a ser niño es de las grandes experiencias que se viven conviviendo de nuevo con los niños, ver las grandes construcciones que los niños hacen con tierra húmeda, los pasteles, las fuentes, en fin, tantas grandezas que existen en la mente infantil y que nosotros los adultos nos perdemos porque “estamos demasiado ocupados en cosas serias” como contando el dinero, tal como lo hace el personaje del principito en esa maravillosa novela.
Hay muchas cosas serias como la política, la economía, el análisis, los temas de iglesia, la seguridad o más bien la inseguridad, todo lo que “el mundo adulto” vive y padece, pero ¿y si nos diésemos la oportunidad de contemplar el elefante dentro de la boa? ¿Si volviésemos a disfrutar de los viajes imaginarios, de los mundos tan hermosos del país de “nunca jamás” ahí donde nos alimentamos de pasteles vueltos reales por la imaginación y disfrutando de las alegrías, las sonrisas y las carcajadas de todos los niños que durante estos días de vacaciones tanto nos enseñan?
El mejor regalo de reyes que podemos recibir los que nos “creemos adultos” es vivir la experiencia de los niños que disfrutan ante la alegría de un juguete, ante la maravilla de una muñeca, ante ese mundo infantil que cada vez nos queda más lejos y que lamentablemente el mundo adulto también quiere invadir cuando se motiva a los niños a que les pidan a los reyes “regalos útiles”, como tabletas, celulares, computadoras, ropa, todo aquello que es “útil” para el mundo adulto y olvidamos que los niños y niñas para ser felices necesitan de la magia de juguetes, de esos juguetes que por unos días sirven para renovar la ilusión, de aquellos que con ellos juegan divertidos. Necesitamos volver a disfrutar la sensación de acompañar al Sheriff Woody o al intrépido guerrero espacial Buzz lightyear, a sufrir los ataques de Dr. Tocino -o Mister Jam en inglés-, gozar con el sr., y la sra. Papa, o al mismo perro Slinky, de todos esos personajes que solo toman vida cuando están en las manos de los niños o de los que son como niños, pero, como ya somos adultos y ya no podemos o no queremos ver el mundo “ideal” o tal vez “real” que nos siguen enseñando los niños, porque “no tenemos tiempo en cosas de esas” y nos dedicamos a “cosas serias”, nos privamos de un mundo maravilloso. Cuánta razón tiene Jesús al decirnos que “si no nos hacemos como niños, no entraremos al Reino de los cielos”. ¡Feliz día de Reyes a todos los niños!, grandes maestros de vida para la gente adulta de este tiempo.

