21 de noviembre - 2025

Por Yeny Charrez Carlos
Ni reglamentos pendientes ni clubes privados definen al periodismo.
Por años, Tlaxcala ha caminado entre vacíos legales y excesos de poder, pero nada ha sido tan insistente como el intento de convertir al periodismo en un coto cerrado donde unos cuantos decidan quién “merece” hablar y quién no.
Esa pretensión, disfrazada de “profesionalización”, aparece otra vez en discursos que confunden trámites administrativos con derechos humanos, y colegiados con tribunales morales.
No es novedad.
La historia política de México conoce muy bien a quienes intentan regular la voz para regular la crítica.
Lo que sí sorprende es que, en pleno 2025, haya quien empiece su columna proclamando que “el primer requisito para ser periodista es no ser pendejo”, para luego construir un alegato que reposa justo en lo contrario: en confusiones legales, falacias y una profunda incomprensión de la libertad de expresión.
1. La profesión no nace de un reglamento estatal
Se repite con dramatismo que “sin reglamento no hay profesión”.
Falso.
En México, la calidad de profesionista la determina:
– el título,
– la cédula profesional federal
– y el reconocimiento de la Secretaría de Educación Pública.
La Ley de Profesiones estatal regula el ejercicio administrativo, no la existencia de una profesión.
El periodismo —como sucede en casi todas las democracias— no es una profesión reservada, ni puede serlo, porque entra en conflicto directo con la libertad de expresión.
El reglamento puede ser útil, sí, pero no tiene el poder mágico de inventar o destruir profesiones.
Eso no es derecho: es fantasía normativa.
2. Confundir profesionalización con control político es peligroso
Quienes impulsan la idea de que una acreditación estatal será la solución contra el “intrusismo” olvidan un pequeño detalle: históricamente, los mecanismos de certificación obligatoria en medios han servido para lo contrario: silenciar, limitar y domesticar.
No hay país democrático donde se exija permiso estatal para ejercer periodismo.
Justamente porque el Estado nunca puede ser el guardián de la palabra.
3. Periodista no es el que un colegio decide: es quien ejerce la labor informativa
Leer expresiones que intenta dividir como:
– periodistas “de verdad”
– y opinadores, columnistas o ciudadanos “que nomás opinan”.
Pero el periodismo contemporáneo es mucho más amplio que esa visión estrecha:
– hay periodismo de investigación hecho por organizaciones civiles;
– hay periodismo comunitario;
– hay medios independientes;
– hay periodistas empíricos que han documentado realidades que nadie más quiso ver.
Reducir la profesión a un club colegiado es desconocer la evolución del oficio y negar su fuerza social.
4. La ética no se impone: se ejerce
Existen columnas que dicen reivindicar el rigor, pero cae una y otra vez en descalificaciones personales, adjetivos clasistas y ataques innecesarios.
Difícil hablar de ética cuando la retórica se utiliza como arma para excluir, no para construir.
Una regulación seria jamás nace del desprecio.
5. El reglamento estatal sí es un pendiente… pero no el centro de la discusión
Tlaxcala debe ordenar su Ley de Profesiones. Eso es indiscutible.
Pero convertir ese vacío administrativo en la causa de todos los males del periodismo es una distorsión.
Los problemas reales son otros:
- Concentración mediática;
- Precariedad laboral;
- Violencia contra periodistas;
- Falta de acceso a información pública;
- Dependencias gubernamentales que premian o castigan líneas editoriales.
Ningún reglamento resolverá eso.
6. La libertad de expresión no se negocia
Hay quienes afirman que nadie quiere regular la expresión, pero al mismo tiempo exige definir quién sí y quién no puede considerarse periodista.
Ese es el camino exacto hacia la censura indirecta.
La libertad de expresión no depende de si un colegio te reconoce o si un gobierno publica un reglamento.
Depende de la Constitución.
Y la Constitución es clara: Todas las personas pueden difundir información, ideas y opiniones por cualquier medio.
Sin permiso.
Sin etiqueta profesional.
Sin validación de un círculo exclusivo.
7. Periodismo es servicio público, no propiedad privada
La esencia del periodismo está en su función social: informar para generar ciudadanía crítica.
No en títulos, no en sellos notariales, no en colegiados que crean tener el monopolio de la credibilidad.
La profesionalización es deseable, sí.
La acreditación voluntaria, también.
La formación ética, imprescindible.
Pero nada de eso sustituye un principio básico: el periodismo es tan amplio como la sociedad que lo practica.
Conclusión:
Tlaxcala necesita su reglamento de profesiones.
Eso es un hecho.
Lo que Tlaxcala no necesita es que, bajo ese pretexto, se intente convertir el periodismo en una identidad concedida por un grupo, una autoridad o un notario.
La libertad de expresión no tiene gatekeepers.
El periodismo no tiene dueño.
Y si de profesionalizar se trata, siempre será más sólido construir desde la inclusión, la formación y la responsabilidad… que desde la arrogancia y la exclusión.
Aquí empieza la conversación que sí importa. Y la que no puede ser definida por intereses particulares, sino por el derecho que tenemos todos a informar y ser informados.
Yeny Charrez Carlos
Activista, abogada, y Comunicadora social
Las opiniones vertidas en este espacio son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan, necesariamente, el pensamiento de Gentetlx
