28 de agosto - 2025

Por Mauricio Hernández Olaiz
El gobierno de Lorena Cuéllar parece haber tomado la decisión de ponerle hielo al escándalo del Cereso de Tlaxcala, como si la estrategia del silencio y el olvido fuera suficiente para apagar la indignación. El problema es que la realidad no se congela, y mucho menos cuando se trata de un tema tan delicado como la seguridad y la corrupción al interior del sistema penitenciario.
El principal responsable sigue prófugo. El mismo que, según las versiones oficiales, primero fue “reubicado” en otra dependencia, después se dijo que estaba amparado, más tarde que se encontraba “localizable”. Hoy, la verdad es que nadie sabe nada. No hay detención, no hay explicación, no hay certeza. Sólo un vacío que huele a complicidad o, cuando menos, a una incapacidad que raya en el ridículo.
Para colmo, el propio secretario seguridad ciudadana, Alberto Martín Perea Marrufo, declaró a la prensa que todos los involucrados en la denuncia de Ventura N, estaban en la mejor disposición de presentarse ante las autoridades y declarar sobre el asunto. Pero a la hora de los hechos, sólo uno ha sido detenido. Del resto, nada. Mucho menos de toda la red de corrupción y complicidades al interior del Cereso, que, en lugar de investigarse con seriedad, parece haberse guardado en un congelador institucional.
Marrufo no renuncia, ni lo suspenden. El vocero protagonista calla. Y el gobierno apuesta por la estrategia más burda ante la falta de capacidad y respuestas: el silencio… el hielo. Un hielo que lejos de preservar la credibilidad, la destruye cada día más.
El libreto es tan grotesco como insultante: dicen que todo está bajo control mientras los prófugos siguen libres; hablan de colaboración mientras la corrupción permanece intacta; presumen voluntad de justicia mientras el tiempo pasa sin que nada suceda. En Tlaxcala la gente ya no se traga ese cuento: aquí lo que reina es la opacidad y la impunidad, y a reinado desde el día uno del gobierno de la triste.
Congelar un escándalo puede servir un rato, pero tarde o temprano el hielo se derrite. Y cuando eso pase, quedará al descubierto lo que muchos ya sospechan: que este gobierno no solo es incapaz de hacer justicia, sino que está dispuesto a proteger a los responsables con tal de no exhibir su propio fracaso, o sabrá dios que tantas cosas más.
Lorena Cuéllar y su equipo creen que callando el problema se olvida. Pero Tlaxcala no olvida. Y el día que ese hielo se rompa, el costo político no habrá quien lo congele.

El nuevo menú de la corrupción
Dicen que “Alimentación para el Bienestar” llegó para corregir los errores del viejo y podrido Segalmex. Lo que no dijeron es que la receta sería la misma: empresas fantasma, contratos inflados, prestanombres y un banquete millonario servido en la mesa de siempre.
El régimen presume su combate frontal a la corrupción, pero al revisar la cocina, el menú es idéntico: de 2022 a 2025, cinco empresas —Konkistolo, FamilyDuck, Grupo Pelmu, Abastémade y Todólogos.com— se llevaron contratos por casi 2 mil millones de pesos. Algunas de estas compañías tienen domicilios falsos, accionistas de papel y hasta identidades robadas para simular legalidad.
El caso más indignante; el de una mujer enferma y desempleada que ni siquiera sabía que su nombre había sido usado para asignarle más de 250 millones en contratos. Una ciudadana convertida en prestanombres involuntaria, mientras otros se relamían los bigotes con dinero público.
La Auditoría Superior de la Federación documentó transferencias entre estas empresas que dejan claro el tinglado: Grupo Pelmu recibió más de 49 millones de pesos de Todólogos.com, evidenciando que la supuesta competencia era pura simulación. Un reciclaje descarado del modelo Segalmex, pero ahora con nuevo logotipo y otro discurso.
Mientras tanto, la respuesta oficial es la de siempre: silencio, evasivas, y el cuento de que se “investigará”. La narrativa de la Cuarta Transformación se sigue rompiendo sola. Juran acabar con la corrupción, pero se sirven con la cuchara grande en programas sociales que, en teoría, deberían garantizar la alimentación de los más pobres.
Lo que tenemos, al final, es una tragicomedia, un programa creado para alimentar al pueblo, convertido en una caja registradora para los de siempre. La 4T no corrigió el modelo, lo perfeccionó: disfrazar el saqueo con el ropaje guinda del bienestar.
Y es que, seamos claros: si Segalmex fue el mayor fraude sexenal, “Alimentación para el Bienestar” amenaza con ser su secuela, igual de grotesca, pero con más cinismo.
Al régimen le encanta repetir que “no somos iguales”. Y es cierto: son peores, porque con una mano reparten discursos de honestidad y con la otra firman contratos a empresas fantasma. Le llaman bienestar, pero lo que alimentan es la corrupción. Y esa, sí, nunca pasa hambre.
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