7 de febrero - 2025

Por Cielo Delgado
Los premios Oscar han sido, desde su creación, un reflejo de la industria cinematográfica y de los cambios sociales que atraviesa el mundo. Sin embargo, en los últimos años, cada edición deja más claro que hay películas que parecen concebidas exclusivamente para ganar premios, sin una verdadera intención de representar las problemáticas sociales de manera realista o respetuosa. La llamada «agenda» progresista es un término que suele ser utilizado por sectores conservadores para desacreditar esfuerzos de inclusión, pero en realidad, la diversidad y la representación en el cine no deberían ser un tema de debate, sino un elemento natural de la industria.
Películas como «Moonlight» han demostrado que se puede hablar de temas como la identidad y la aceptación sin caer en la superficialidad o en la explotación de ciertas narrativas. Pero en esta edición de los Oscar, la Academia ha cometido un grave error al nominar en 13 categorías a «Emilia Pérez», una película que no solo ha sido mal recibida en América Latina, sino que también genera indignación por su representación problemática.
Parece absurdo que un grupo de «expertos» considere esta película como una de las mejores del año, ignorando el impacto y la recepción que ha tenido fuera de su burbuja. Desde su perspectiva, tal vez creen que están siendo los más «open mind» y que están visibilizando problemáticas sociales, cuando en realidad están muy lejos de ser héroes. Probablemente ni siquiera se den cuenta de esto, porque no tienen verdadera conciencia sobre el tema y no les interesa informarse. Son ignorantes respecto a estas cuestiones y su decisión refleja más su desconexión con las realidades que intentan retratar.
Los Oscar y su ceremonia han llegado a convertirse en un ambiente hostil para la industria cinematográfica, y es lamentable que sigan perpetuando esta dinámica. La inclusión y la representación en el cine no deben ser un mero trámite para ganar premios; deben ser un compromiso real con contar historias auténticas y respetuosas.
Esta situación también evidencia un problema más profundo en la industria cinematográfica: la superficialidad con la que muchas veces se abordan las problemáticas sociales en el cine. En lugar de ser una herramienta de cambio y reflexión, muchas producciones terminan utilizando estas narrativas como una estrategia de marketing. El cine tiene el poder de sensibilizar y educar a las audiencias, pero cuando las historias se construyen desde una visión ajena o desinformada, terminan por trivializar las luchas de las comunidades representadas.
Otro aspecto preocupante es cómo la Academia sigue premiando una visión hollywoodense de la diversidad, sin preocuparse por escuchar las voces auténticas de las comunidades afectadas. Esto no solo refuerza la desconexión de la industria con la realidad, sino que también impide el reconocimiento de producciones que realmente merecen visibilidad. Existen muchas películas que han retratado con respeto y profundidad problemáticas sociales, pero que no reciben el mismo reconocimiento porque no encajan en la narrativa preestablecida de los Oscar.
Es momento de que la Academia reflexione sobre su papel en la industria y la responsabilidad que tiene en la construcción de discursos cinematográficos. Si realmente quieren ser agentes de cambio, deben comenzar por escuchar y aprender de quienes están fuera de su burbuja, en lugar de seguir perpetuando una visión superficial y condescendiente de la inclusión.
@cielosaad
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