Adultos mayores sobreviven en las calles de Apizaco
25 de julio - 2025

Muchos reciben pensión del gobierno, pero no les alcanza. La vejez los alcanzó sin red de protección ni seguridad económica.

Por Emiliano Cambrón Islas

Desde las seis de la mañana, Don Samuel carga un cesto con bolsitas de palomitas recién hechas. Se instala en la esquina de avenida Cuauhtémoc con Bulevar La Libertad y no se mueve hasta que el sol comienza a bajar o su producto se acaba. Tiene 72 años, y aunque sus piernas ya no responden como antes, insiste en ganarse el dinero “con lo poquito que uno puede”.

“No me gusta pedir. Prefiero vender mis palomitas. A veces sí se venden, a veces no… pero con eso junto para comer”, dice mientras acomoda los sobres de palomitas.

En otra esquina, sobre avenida Juárez, se encuentra Don Ignacio. Tiene más de 70 años, está en silla de ruedas y vende mazapanes y chicles que acomoda sobre una tabla improvisada en su regazo. “Aquí me ven todos los días, desde hace años. La pensión no alcanza, joven. Y aunque me duelen los huesos, aquí estoy”, cuenta con voz pausada. Don Ignacio de 64 años quien se para vender helados desde temprano en la esquina de Unidad deportiva de Santa Anita Huiloac. “Hay que buscar la manera de salir adelante, aunque sea de esta forma, en días de lluvia es donde peor me va, pero ahorita que hace calor, si se vende” dice mientras se resguarda del sol bajo la sombra de un árbol.

Como ellos, decenas de adultos mayores sobreviven en el comercio informal o pidiendo ayuda en calles como Moctezuma o el Bulevar 16 de Septiembre. Algunos venden dulces, otros cantan en restaurantes con una bocina colgada al hombro. Todos tienen algo en común: trabajan porque no tienen otra opción.

No todos son originarios de Tlaxcala. Algunos son personas indígenas de estados vecinos; otros, migrantes de países centroamericanos que no lograron cruzar al norte y se quedaron en Apizaco. “Yo vengo de Honduras. No pude seguir el camino y me quedé aquí. Vendo lo que puedo en la Libertad, a veces dulces, a veces cigarros sueltos”, dice Alfredo, de 67 años.

Según datos del INEGI, en Tlaxcala el 60% de la población ocupada está en el sector informal. Aunque no todos enfrentan el abandono, hay un sector importante (en especial adultos mayores) que trabaja sin seguro médico, sin prestaciones y sin certeza de un ingreso diario.

A pesar de la pensión para adultos mayores, que otorga el gobierno federal y actualmente es de 2 mil 950 pesos bimestrales, muchos afirman que no es suficiente para cubrir medicamentos, renta, alimentación y transporte. “Eso me alcanza para el cuarto y unos medicamentos. Lo demás me lo tengo que ganar aquí”, dice Pedro, quien canta boleros con una bocina portátil en restaurantes del centro de Apizaco.

La pobreza en la vejez sigue siendo un problema estructural en el estado. Organismos como el Coneval han señalado que Tlaxcala figura entre las entidades con mayor pobreza entre personas adultas mayores, y el rezago social se hace más evidente en las calles, donde los rostros de la tercera edad ya no están en casa: están vendiendo, caminando, o esperando que alguien los mire.

Porque esa es la otra realidad: la del olvido.