4 de abril - 2025

Madres tlaxcaltecas reconocen el peligro del consumo excesivo de bebidas azucaradas, pero enfrentan retos para limitarlo.
Por Stephany Rodríguez
En Tlaxcala, el consumo de jugos envasados y bebidas azucaradas se mantiene como una práctica común en la dieta de niñas y niños, a pesar de las advertencias sobre sus efectos negativos en la salud infantil. Según datos de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (Ensanut) de 2020 a 2023, el 67.1% de la población escolar y el 64.7% de adolescentes en México exceden la cantidad diaria recomendada de azúcares añadidos.
Ana María González, madre de dos menores de 5 y 8 años, admite que la practicidad de los jugos envasados resulta conveniente para incluirlos en el almuerzo escolar o durante salidas familiares. Aunque está consciente de que contienen altos niveles de azúcar, reconoce que sus hijos disfrutan de estas bebidas y, en ocasiones, resulta complicado negarles ese gusto. “Les compro jugos envasados quizá dos veces por semana. Trato de no darles todos los días, pero admito que a veces es difícil”, comentó.
Marisela Pérez, madre de una niña de 6 años, asegura que ha reducido el consumo de jugos envasados en casa. Ahora, prefiere ofrecerle agua natural o aguas de frutas frescas, pero acepta que en ocasiones cede a la presión de su hija. “Sé que no son lo mejor para su salud, pero aún hay productos que parecen saludables cuando no lo son. Los fines de semana a veces se me complica evitarlo”, explicó.
Desde 2020, el sistema de etiquetado frontal se ha convertido en una herramienta clave para advertir sobre productos con alto contenido de azúcares, edulcorantes o cafeína. Sin embargo, madres como Patricia Sánchez, quien tiene tres hijos de 4, 7 y 12 años, confiesan que pese a conocer los riesgos, la practicidad sigue ganando terreno. “A veces prefiero darles jugo envasado porque es más fácil que preparar algo natural”, señaló.
México se encuentra entre los países con mayor consumo de bebidas azucaradas, con un promedio anual de 163 litros por persona. La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que el consumo de azúcares libres sea menor al 10% de la ingesta calórica diaria, pero en la práctica, esta meta parece lejana para muchas familias.
Si bien el etiquetado frontal y las prohibiciones de personajes infantiles en empaques buscan proteger a la infancia, las entrevistas realizadas en Tlaxcala revelan que factores como la conveniencia, el desconocimiento o la publicidad aún dificultan la adopción de hábitos saludables.
Las madres entrevistadas coinciden en que educar sobre la alimentación es un desafío que requiere tiempo y dedicación, recursos que no siempre están disponibles en medio de la rutina diaria.