24 de septiembre - 2024
Mientras el gobierno refuerza su discurso de paz y seguridad, la realidad en Tlaxcala revela una preocupante ola de violencia.
Por Stephany Rodríguez
A pesar de las recientes promesas de las autoridades estatales de Tlaxcala para mejorar la seguridad, la violencia sigue azotando a la región. Durante la Primera Mesa Regional de Construcción de Paz, celebrada en Chiautempan, altos funcionarios se comprometieron a fortalecer la coordinación entre los distintos niveles de gobierno. Sin embargo, los últimos eventos delictivos pintan un panorama sombrío para la seguridad pública en el estado.
El titular de la Secretaría de Gobierno (SEGOB), Luis Antonio Ramírez Hernández, reafirmó el apoyo del gobierno a los presidentes municipales para diseñar e implementar estrategias que reduzcan la violencia. En el mismo evento, la presidenta honorífica del Sistema Estatal para el Desarrollo Integral de la Familia (SEDIF), Mariana Espinosa de los Monteros Cuéllar, subrayó la necesidad de fortalecer la protección a menores, uno de los sectores más vulnerables.
A pesar de los discursos optimistas, la realidad en Tlaxcala refleja un aumento de la inseguridad. El pasado fin de semana, un feminicidio y dos hallazgos de restos humanos sacudieron al estado. En Ixtacuixtla, una mujer fue encontrada sin vida y con signos de violencia, un crimen que aún está bajo investigación por parte de la Fiscalía General de Justicia del Estado (FGJ). Asimismo, los restos de dos personas no identificadas fueron descubiertos en Panotla y Nativitas, dejando al público con más preguntas que respuestas.
Estas trágicas noticias contrastan con el mensaje de paz promovido en la Mesa Regional. Mientras se habla de coordinación y estrategias, las calles de Tlaxcala cuentan una historia diferente. La creciente ola de violencia deja en evidencia que, a pesar de las mesas de diálogo, el crimen sigue en aumento y sin respuestas concretas.
Las autoridades están llamadas a tomar medidas más efectivas y rápidas, pues las cifras de la violencia hablan más fuerte que los discursos en eventos públicos.
La ciudadanía exige no solo palabras, sino resultados tangibles en un estado que hasta hace poco se enorgullecía de ser uno de los más seguros del país.