3 de septiembre - 2024
Cientos de migrantes han sido secuestrados por grupos criminales. Los encierran en una suerte de jaula y, una vez pagado su rescate en dólares, los marcan con un sello en el brazo.
Fuente: MILENIO
Le dicen la gallera. Es un terreno a la intemperie en la frontera de Chiapas con Guatemala, que se diseñó como una enorme jaula, techada y enrejada con una malla metálica, como si de resguardar animales se tratara. Sólo que a quienes encierran diariamente ahí es a un centenar de migrantes, incluidas niñas, niños y mujeres. Los migrantes son secuestrados y pueden ser liberados hasta saldar su rescate y que el cártel lo apruebe. Colocan un sello con forma de ancla en algún brazo de la víctima, como símbolo de su pago y liberación.
“Nos encierran como si fuéramos animales. Nos amenazan y nos dicen que busquemos la forma de conseguir el dinero. El que no tenga los recursos para pagar el rescate se queda en la gallera cocinando para darle de comer a los niños secuestrados o haciendo trabajo social para el cártel, así se hacen llamar”, dice Andrés, migrante venezolano de 18 años, quien estuvo secuestrado un día en esta gallera, hasta que su tía de Estados Unidos hizo el depósito a una cuenta de Banco Azteca y pagó el rescate.
Cada uno de los migrantes –en su mayoría, venezolanos, pero hay también haitianos, centroamericanos y asiáticos– tiene que pagar 75 dólares o mil 200 pesos por el rescate. Un grupo delictivo los captura cuando cruzan a México, en su camino hacia los Estados Unidos. Los encierran en esta especie de jaula, armada por una tela de alambre. A los adultos no les dan agua ni comida. Las niñas y niños, a partir de los cuatro años, también pagan rescate; los únicos a los que se les alimenta mientras están privados de la libertad. En las palmas de las manos les sirven una cucharada de arroz y otra de huevo.
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