Por Camila Tornel

La diputada Marcela pretende la reelección sin hacer campaña. Quiere por segunda ocasión consecutiva la “beca completa” por la vía plurinominal, o sea, todo de a pechito.

Quienes han seguido de cerca su trabajo saben que este se monta en meras apariencias. Usa el nombre de su suegro, el ex gobernador Sánchez Anaya, y su supuesta cercanía con la gobernadora Lorena Cuéllar, para sacar provecho.

Pero la realidad es que no trae nada: ni experiencia, ni trayectoria, ni trabajo.

En el Congreso local, no ha subido ni una vez a tribuna a enfrentar en debate a la oposición cuando ha salido al ataque de la mandataria estatal, a pesar de ser la coordinadora de la bancada de Morena. Eso sí, desde la Junta de Coordinación y Concertación Política, ha entorpecido el trabajo legislativo rezagando dictámenes y propuestas que pudieran “opacarla”.

Además, se cuelga del trabajo legislativo de otros, discrimina al personal del Congreso y exhibe en redes sociales su visión frívola de lo que representa ser una diputada local. Por si fuera poco, su relación con los medios es pésima, porque los reporteros de la fuente saben que es elitista, y limitada al momento de exponer lo que se supone debería conocer.

Los que la conocen entienden que le queda más cómoda la oficina y la pose, y con esos méritos es que pretende la reelección legislativa, a pesar que otros integrantes de la bancada morenista tienen más mérito por estar pendientes de las estructuras del partido y sobre todo por trabajar para fortalecerla.

En fin. Así son los privilegios en la llamada 4T.

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