La ofrenda a los muertos
30 de octubre - 2017

Por Ranulfo Rojas Bretón

La cultura de cada pueblo es diferente respecto al modo de colocar la ofrenda, pero hay elementos comunes que vale la pena resaltar.

La ofrenda tiene elementos que son exclusivos del culto y que no son propios de los difuntos. Por ejemplo colocamos veladoras o ceras, teniendo en cuenta que la luz es el símbolo de Cristo resucitado, de la fe que tenemos, de la vida, y al colocarla en la ofrenda le pedimos a Dios que siga siendo nuestra luz y que nuestra fe alumbre nuestro camino, además de que nuestros fieles difuntos que murieron en la fe, sean reconocidos por sus buenas obras y ello les valga para la vida eterna. También colocamos flor, que no se trata de un elemento ornamental sino de una ofrenda. En el principio del proceso de hominización, se reconoce al hombre como hombre cuando en sus enterramientos, ya colocaban flores junto con sus difuntos. La flor siempre ha sido una ofrenda para la divinidad. Otro elemento también importante es el incienso. En el culto de Israel, todo sacrificio se acompañaba con el incienso para que se generara un aroma agradable a “las narices de Yaveh” dice la sagrada escritura, así que las buenas obras de nuestros difuntos, las oraciones de la Iglesia y estas ofrendas sean recibidas por Dios con el buen aroma del incienso en su presencia y logre que nuestros difuntos gocen de la vida eterna. El elemento clave de la ofrenda sin duda lo es la oración, ya que si algo puede ser agradable a Dios es la alabanza de la Iglesia que se “une al coro de los ángeles que en el cielo eternamente dicen Santo, Santo, Santo”. Por eso la mejor ofrenda, por encima de los elementos señalados y de la comida, es la oración y se recomienda que dediquemos un tiempo a orar frente a la ofrenda para pedir por nuestros difuntos. Lo más tradicional es el santo rosario. Para completar los elementos sagrados en la ofrenda necesitamos colocar imágenes de la divinidad y de los santos, ya que la imagen es el medio por el que nos conectamos más fácilmente con lo divino. Entendiendo que la imagen es solo eso, imagen y nada más y que pueden ser de papel, de madera, yeso u otro material el ser imagen solo es lo que representan. Estos cinco elementos (velas, flor, incienso, oración e imágenes) no pueden faltar nunca en nuestras ofrendas, son los elementos sagrados de culto. Pero también hay otros elementos no sagrados que son parte de nuestra ofrenda: La comida, pues el alimento es la mejor forma que tenemos de estar en comunión con los demás. El mejor signo de la amistad es el “comer juntos” o el “invitarnos a comer”. Cuando orgullosamente queremos afirmar que tenemos amistad con alguien decimos “ya comimos juntos” y más si “fue a comer a la casa” o si “fui a comer a su casa”. La comida y la casa son el mayor signo de comunión que tenemos. No por nada Jesús insistió mucho en comparar el cielo con “un banquete” e incluso el mayor signo de la presencia real de Jesucristo es en el alimento llamado “la eucaristía”. La comida incluye bebida, pues “con qué nos la bajamos” decimos, así que comer y beber y más si se trata de la “comida que nos gustaba” “la bebida que tomábamos” la fruta, los dulces, los panes propios de esta temporada que nos recuerdan la muerte o a los muertos y un signo más moderno como el colocar las fotografías nos hacen tener una relación más profunda con nuestros “seres queridos”. Hoy colocan algunos objetos en la ofrenda incluidos objetos de trabajo como para recordarnos sus oficios, profesiones o aficiones aunque no es lo más propio pues imaginen hay que recordarles “su trabajo” cuando la vida del cielo es felicidad pura.