Piedras vivas
28 de agosto - 2017

Por P. Ranulfo Rojas Bretón

Cuando Jesús le dice a Pedro: “Tú eres Pedro (piedra) y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”, le indica claramente el deseo de que a partir de Pedro o sobre Pedro habría de construir. De pronto me llegó la convicción de que cada uno de nosotros seguidores de Jesús, también podríamos escuchar las palabras: “Tú es Petrus (piedra)”, entendiendo que el nombre era Simón y que le cambia nombre por sustantivo “piedra”, mismo que convierte en nombre propio Pedro. Pero atendiendo al sustantivo piedra, cada uno de nosotros, tengamos el nombre que tengamos, somos una piedra viva en las manos de Jesús, y, con esa piedra Jesús “construirá”. Nosotros en las manos de Dios tenemos una tarea: “construir”.

No estamos aquí para destruir, no estamos aquí para destruir familias o para destruirnos a nosotros mismos, o para destruir a la sociedad, ni para destruir el medio ambiente. Nosotros estamos aquí para construir; cada una de nuestras acciones, de nuestras palabras, debe tener la finalidad de CONSTRUIR. Esto debe darnos la convicción de que las palabras y de manera especial las acciones pueden construir o destruir.

Debemos cuidar lo que decimos y preguntarnos si la palabra que emito es constructiva o destructiva, si el comportamiento que tengo y que los demás observan construye o destruye. Pienso en situaciones ordinarias en las que el papá o la mamá instruyen a los niños con expresiones como las de: “dile que no estoy” cuando alguien va a cobrar. O aquellas situaciones inconvenientes, especialmente de infidelidad contempladas por los hijos en las que el papá o la mamá le dicen: “no le vayas a decir a tu mamá o a tu papá –según sea el caso-“.

San Pablo dice: “que no salga de su boca ninguna palabra desedificante, sino aquella que sirva para la correcta edificación”. Y esa sabia enseñanza debe ser norma de vida. Debo pensar cuando voy a decir algo. Especialmente en situaciones de enojo, debo pensar con muchísimo cuidado lo que voy a decir. Pienso en situaciones de pareja en las que hay tanto enojo que sin más uno comienza a ofender a la familia de la pareja, especialmente a la mamá. Una vez dichas esas ofensas, por más que luego quiera remediarlo diciendo: “perdóname estaba muy enojado o enojada” o “discúlpame no sabía lo que decía”. Ninguna palabra de disculpa logrará resarcir el daño provocado. Lo mismo pasa en situaciones como las de embriaguez, si alguien ofende a la pareja o cualquier persona, por más que se disculpe diciendo que estaba borracho, no logrará limpiar el daño provocado.

Es muy importante entender lo necesario que es cuidar lo que digo y lo mismo pasa con lo que hago. Si mi comportamiento es edificante, entonces me convierto en modelo, pero si mi comportamiento es desedificante, entonces dañaré a quien me vea. Por ejemplo, si un padre de familia es observado por los hijos en estado de embriaguez, solo eso será una acción que ya desedificó a los hijos.

No lo olvidemos, nosotros en las manos de Dios somos piedras vivas y estamos para construir y no para destruir.