Sangre canonizada
27 de marzo - 2017

Ranulfo Rojas Bretón

El Papa Francisco canonizará a Cristóbal, Antonio y Juan, adolescentes mártires que murieron convencidos de sus creencias y valores recién adquiridos. Estos pequeños asistieron a la primera escuela franciscana erigida en el nuevo mundo, que estuvo albergada en el palacio de Maxixcatzin, Señor de Ocotelulco en el cerro que vigila la hoy ciudad de Tlaxcala. En esa escuela, aprendieron la lengua castellana, los principios de la doctrina cristiana junto con artes y oficios traídos del viejo mundo. Ellos, como muchos niños, pidieron el bautismo y recibieron nombres de santos. La esperanza de los frailes era que la evangelización se diera a partir del aprendizaje de los niños y que ellos se convirtieran en catequistas de sus familias.

¿Qué tan difícil es que niños de esa edad sean capaces de afrontar riesgos por la fe o las convicciones que creen? Puede parecer increíble y difícil de creer. Normalmente se piensa en los niños como pequeños que no podrían tomar decisiones o que llenos de miedo huirían de los peligros, o que se pondrían a llorar, o se bloquearían y quedarían sin saber qué hacer. Pero la historia nos presenta hechos que muestran que los niños o adolescentes de esta edad, han sido capaces de proezas.

Los tres niños mártires, Cristóbal, Antonio y Juan fueron testimonio de una fe que comenzaba a arraigar en estas tierras. Si bien se ha criticado lo que pasó en muchos lados de una fe impuesta, el martirio de estos niños muestra también el testimonio de una fe aceptada y arraigada en el corazón de estos pequeños que fueron capaces de mostrar que no obstante su corta edad, llenos de una seguridad interna, sin importarles el miedo, nos dejaron ejemplo de una fe firme y sincera.

Un autor de finales del siglo II y principios del III, hizo célebre la frase “Sangre de Mártires, semilla de Cristianos”. Frase dicha al constatar que a pesar de las persecuciones que se hacían contra los cristianos, el número de los que querían unirse a esa fe era cada día mayor. Así que al ser martirizados, al derramarse su sangre, servía de abono para el crecimiento de la Iglesia.

Esa frase, bien que se puede citar al referirnos a lo que pasó después del martirio de Cristóbal, Antonio y Juan, primeros mártires de este nuevo mundo.

Mártir es una expresión cuyo origen griego significa “testigo” y que más específicamente significa: el que da testimonio de la muerte y la resurrección de Cristo, hasta llegar al derramamiento de su sangre, ya sea por una verdad de fe o de moral.

¿Cómo surgen estos mártires? Seguramente será una de las preguntas que más se hagan quienes comienzan a conocer lo poco que se sabe de estos pequeños. A la llegada de los primeros 12 franciscanos al mando de Fray Martín de Valencia, la preocupación de los religiosos fue iniciar un proceso de evangelización. Como los tlaxcaltecas no podían ser obligados a abrazar la fe que trajeron los españoles debido a la alianza entre la Corona Española y Tlaxcala, los frailes construyeron una escuela a la que asistían los hijos de los principales, tal como estaba acordado. La primera escuela funcionó en el señorío de Ocotelulco. Ahí todos los Caciques debían mandar a sus hijos para ser aleccionados en los conocimientos de la lengua, las artes y por supuesto de la religión. Fruto de esa escuela fueron Cristóbal martirizado por su propio padre de nombre Acxotecatl en Atlihuetzia en el año de 1527 y Antonio y Juan martirizados en Cuauhtinchan, cerca de Tepeaca, Puebla en 1529.