“Mea Culpa” ¿Perdón o proselitismo?
20 de julio - 2016

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“Con toda humildad les pido perdón por la Casa Blanca”: EPN

Por Mauricio Olaiz

Durante la promulgación del paquete de siete leyes que conforman el Sistema Nacional anticorrupción, el Presidente Enrique Peña Nieto sorprendió a millones de mexicanos al pedir perdón por el mediático caso conocido como “la Casa Blanca” y por el cual provocó gran indignación en los ciudadanos.

Pero este perdón ha generado infinidad de puntos de vista, muy pocos, reconociendo su validez y compromiso. La pregunta que nos hacemos algunos sí ¿es el perdón solicitado por un individuo que dañó las instituciones y su investidura presidencial, o por el militante de un partido que mira con preocupación su sucesión?..

En política nada se deja a la improvisación, por ello el perdón, que llega años después del hecho, sabe a estrategia proselitista más que a una verdadero reconocimiento de un acto indebido, de ahí el justificante párrafo de Peña Nieto para evadir una responsabilidad judicial “No obstante que me conduje conforme a la ley, este error afectó a mi familia, lastimó la investidura presidencial y dañó la confianza del gobierno”.

Pero Peña Nieto más que un error cometió un delito, uno, que como muchos otros casos en su gobierno, está impune.

En el expediente de la Casa Blanca hay afectados. En forma general, los ciudadanos de la República, víctimas de un engaño y posible fraude orquestado desde las alturas del poder, y de manera particular, la periodista Carmen Aristegui y su equipo que fueron despedidos de MVS por investigar, descubrir e informar sobre el turbio negocio.

¿No tendría este perdón venir de la mano de la restitución de la periodista? ¿No habría que pedirle perdón a ella y a su equipo a la par que a la nación? ¿No habría que elevar el perdón a la libertad de expresión?.

Y es que a pesar de que en primera instancia uno podría pensar que este acto constituye un gesto positivo en un gobierno, que en lo que va de su gestión, no se ha caracterizado precisamente por las manifestaciones de ese tipo, al dejarle paso a la reflexión no podemos evitar pensar que esto tiene un trasfondo más poderoso, que nos lleva al 2018, a la baja percepción de la investidura, al agravio ciudadano que ya exige un remplazo, un nuevo camino en el cual el tricolor no tenga cabida, nunca más un presidente tan impune, tan corrupto.

Este perdón me recuerda a aquellos que en su profunda ebriedad propinan una golpiza descomunal a su pareja, al otro día cuando aparece la cruda moral y amanece el remordimiento se le llena de besos y flores, algunas perdonan pero el hecho ahí queda manifiesto en sus cicatrices.

Cicatrices como las de los 43, de Tlatlaya, de los 300 del penal de Coahuila, de las mentiras excesivas y los aumentos negados, de los miles de desaparecidos, de la trata de personas, de las reformas estructurales. A veces el perdón no es suficiente, aunque los antecedentes de que un presidente pida perdón sean casi nulos en el mundo, en México nos pone la piel de gallina con solo recordar lo que vino después del perdón del presidente López Portillo.

Y pasando al argot futbolero concluyo diciendo: Si marca la falta, debe forzosamente recibir la roja directa, solo así se respetará a cabalidad el reglamento, lo contrario es tan solo una simulación a favor del proselitismo sucesorio, un perdón de dientes para afuera.