Carito, una mujer de seda
14 de diciembre - 2015

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Pbro. Ranulfo Rojas Bretón

Ya pasados los emotivos funerales de la señorita Carolina Hernández Castillo, “Carito”, que conmovieron a la sociedad humanteca misma que se volcó en reconocimientos, uno no puede menos que congratularse con la familia y agradecer a Dios por haber podido conocer y convivir en algunas ocasiones con tan ilustre personaje.

En mi artículo anterior la llamaba “Una mujer de oro”, porque su aporte en verdad es tan valioso que no se podía llamar de otra manera. Hoy titulo a este escrito una mujer de seda porque Carito fue una persona de una calidad humana impresionante que deja muchísimas enseñanzas para todos.

Carito optó por un estilo de vida poco valorado, la soltería. Normalmente se cree que el destino de una mujer es el matrimonio y si no llega a casarse siempre se le mira como alguien que no logró su realización. Hoy se ha señalado de muchas maneras que la realización en la vida se da de varias maneras cuando se responde a la vocación a la que uno es llamado. Así, se dice que es vocación la vocación a la vida sacerdotal para algunos varones, la vocación a la vida religiosa para algunas mujeres y también para algunos varones, pero, también el matrimonio es una vocación y aunque poco conocida y sobre todo poco reconocida, la vocación a la vida de soltería. No se trata de una frustración o irrealización, es simplemente el descubrimiento que Dios llama a vivir y buscar la felicidad por distintos caminos y la soltería es uno de ellos.

Carito vivió la soltería y en ella se realizó y con ella vivió la felicidad. Se trataba de una mujer, por lo que se puede ver en las fotografías de juventud, de una mujer muy hermosa, además de inteligente y muy preparada. Ella como maestra, entregada con amor a la enseñanza y cuidado de la niñez, fundadora del jardín de niños “Josefa Castelar”, desplegó sus cualidades femeninas a tan delicada labor.

Preparada con los patrones de su tiempo para ser una mujer de casa, hacendosa, dedicada, servicial, conocedora de las actividades del hogar, supo brillar como mujer exitosa. Una mujer que proyectó siempre su fe y devoción viviendo su catolicismo con profundidad siempre ligada a la Iglesia.

Las ocasiones que tuve oportunidad de tratarla realmente las disfrutaba pues poseía una calidad humana impresionante, un respeto profundo y un trato muy fino. Sin duda una mujer de seda, por lo delicado y fino de su personalidad.

Como mujer de las familias respetables de su tiempo, digamos de las mujeres de clase, no solo aprendió a bordar y coser la seda y el oro que servirían para continuar con la tradición familiar de elaborar los vestidos y el manto de la Virgen, también aprendió entre otras muchas cosas a tocar el piano con el que amenizaba las tertulias familiares y deleitaba a los presentes.

Carito era una conversadora natural, algo que disfrutaban sus oyentes. Con ella uno aprendía de la historia y de los recuerdos que en gran cantidad alberga en su casa, convertida en un museo por las fotografías y objetos que ahí se encuentran y que son parte de la historia familiar y de la tradición por la que fue conocida: la confección en seda y oro del vestido y el manto de la Virgen.

El trato dispensado por Carito a sus visitantes, y del que fui objeto en varias ocasiones, mostraba la finesa de una mujer preparada y poseedora de un carisma y don de gentes que hacía que uno sintiera en casa y por la calidad de su trato, quienes llegaban a colaborar con el grupo de bordadoras, inmediatamente se sentían en calor de hogar.

Carito una mujer de seda, que logró conquistar con su sencillez y humildad a infinidad de personas que la conocieron, ella era de trato sencillo, amable, afable, con una mirada que irradiaba felicidad y paz, tranquilidad y mucha alegría. Siempre se mostró feliz de lo que hacía y sobre todo feliz de cómo vivió.

Yo creo que la gente que vive feliz, muere feliz y su muerte fue adornada del cuidado y la bendición que solo la gente buena puede lograr ante Dios. Carito recibió los auxilios espirituales con la fe y devoción que siempre tuvo; con toda serenidad fue llamando uno a uno de sus familiares cercanos de quien se fue despidiendo y a quienes fue dando su bendición y seguramente dándoles sus palabras que serán su testamento espiritual y cuando finalmente terminó de sus despedidas, se preparó y les anunció que se iba a la casa del Padre. Así murió para este mundo una mujer privilegiada, llena de dones y cualidades, una mujer que vivió feliz y murió feliz de haber realizado su misión.

Seda y oro en su vida, seda y oro en sus manos, ahora ya es seda y oro en las manos de Dios.