17 de agosto - 2015
Pbro. Ranulfo Rojas Bretón
Terminaron los Parapanamericanos en Toronto Canadá y México terminó en cuarto lugar del medallero general. De por sí, los juegos Panamericanos no tienen todas las luces que debiera tener comparados con una olimpiada. Mucho menos luces tienen los y las atletas con alguna limitación física que compiten en los juegos parapanamericanos, y sin embargo, su esfuerzo y su tenacidad que los han llevado a sobre ponerse a sus límites y brillar en unas competencias de igual a igual con atletas también limitados.
Lo logrado por este tipo de atletas no debiera pasar desapercibido y su labor debiera exaltarse y ser referente por parte de nuestra cultura de inclusión pues aunque se lucha por tener un país con igual trato a todos, la verdad es que hay una gran distancia entre las personas con limitaciones físicas o mentales respecto a las personas llamadas “normales”. Varios pendientes se presentan a nuestras leyes, pero sobre todo a nuestra praxis social; en ella las personas con limitaciones se ven imposibilitadas de valerse por sí mismas. Nuestro país no está pensado para personas que tienen limitaciones, de tal manera que cuando alguien si tiene ese tipo limitaciones pasa las de Caín para sobrevivir.
Si bien algunas de nuestras calles cuentan con rampas de acceso, todos sabemos que banquetas y calles no están diseñadas para que una persona con silla de ruedas o débiles visuales e invidentes, puedan transitar valiéndose por sí mismos. Tiene necesidad de transitar por las calles y el arroyo vehicular toreando autos porque las banquetas están disparejas y en los centros de las ciudades están totalmente disparejas.
Caso especial lo merece el transporte pues ninguno tiene plataforma para que alguien pueda acceder al transporte en silla de ruedas. Las mismas paradas no ofrecen posibilidades para acceder con facilidad, los pasillos del transporte hace imposible el tránsito en silla de ruedas.
Ante circunstancias como las que enfrentan las personas con limitaciones físicas, es más loable lo que realizan para intentar salir adelante. Ya es un triunfo el que una persona en silla de ruedas transite por las calles y que con todo lo que implica no se rinda sino que tome la vida con entereza y se muestre a sí misma que querer es poder.
Hay dos tipos de personas con limitaciones: los que hacen de la limitación su cárcel y los que ven en la limitación un reto a vencer. Los que toman su limitación como su cárcel, viven frustrados, renegando de la situación en que se encuentren y generando odio contra los que lo rodean, especialmente si creen que alguno de ellos tuvo la culpa. Su vida es angustiante e insatisfactoria. Se vuelven dependientes de los que los rodean, pero tampoco es que vivan felices con su ayuda o la agradezcan; más bien, es sufrido el estar con ellos y por eso la gente cercana les rehúye pues los que están cerca tiene que escuchar sus frustraciones y es muy pesado estar ahí con ellos, porque siempre verán en el otro con envidia y no les gustará que los demás brillen.
Mientras que quien ve la limitación como un reto a vencer, no se pasa la vida llorando su frustración o maldiciendo a la vida y renegando contra Dios. No tiene tiempo de eso, pues descubre todo un abanico de posibilidades para vivir. Hay quienes se dedican a estudiar con ahínco; los hay que se dedican a cultivar las artes o a practicar instrumentos musicales, en fin, sabe esa persona que no podrá pasarse la vida en odio contra lo que le hace diferente. Más bien, dedica tiempo a sanar heridas, a intensificar su espiritualidad o simplemente busca no hacer de su limitación una pesadilla o castigo divino.
Ahí es donde podemos admirar a grandes triunfadores que desde la situación de la silla de ruedas u otra limitación, se disponen a no ser una carga para su familia, ni tampoco se dedican a vivir con resignación el resto de sus días.
Quien ve la limitación como un reto a vencer, pasa el día pensando cómo hacer para valerse por sí mismo o cómo desarrollar sus potencialidades dejando a un lado las cadenas que lo amarran y vivir en libertad. Ellos saben que no hay límites en el círculo social que los pueda bloquear, ellos brillan con luz propia aunque por nuestra ceguera social en lugar de ser brillantes como el sol simplemente brillan con luz de luna.

