15 de junio - 2015
Pbro. Ranulfo Rojas Bretón
Una de las fiestas más bonitas de la tradición católica es sin duda el llamado “Jueves de Corpus”. ¿Quién no ha asociado esta fiesta con “las mulitas” y ha felicitado a los amigos por ser su día o “día de las mulas” con toda la connotación del caló mexicano que reviste esta afirmación? Lo cierto es que muchos de los adultos siendo niños, disfrutamos de las mulitas hechas con hoja de maíz decoradas con colores naturales y que ese día, artesanos mexicanos ofrecían a la venta.
¿Por qué las mulitas son representativas de este día? De niño leí varias narraciones en las que en algunos pueblitos llegaba una mula con un cargamento y al parecer salía de la nada, o sea, sin saber su origen y sin aparecer su propietario, llevaba en sus lomos una carga extraña y cuando los lugareños abrían la carga, se trataba de una custodia (objeto religioso dentro del cual se deposita la hostia consagrada para las procesiones, horas santas y momentos de adoración) portando una hostia consagrada. De hecho, la historia de la imagen del Señor del convento venerado en el convento franciscano de San Luis obispo en Huamantla, tiene una historia similar; se habla de unas acémilas –nombre también dado a las mulas- con un cargamento que se encontró en el atrio del convento, sin que aparecieran ni su propietario ni sus arreadores. Los frailes descargaron dicha carga y la depositaron al interior de sus instalaciones en la espera de que apareciera su propietario. Al pasar los días, sin que nadie reclamara dicho cargamento, los frailes decidieron ver su contenido y su sorpresa fue mayúscula al descubrir que se trataba de la imagen de un Cristo crucificado; decidieron ponerlo a la veneración, y así, los fieles que conocieron el hecho, comenzaron a darle culto con el nombre del “Señor del Convento”.
También se recuerdan muchas de las procesiones de “Corpus” en la época de la Colonia en la que las carretas que portaban la custodia con “el Santísimo” eran tiradas por mulas. Un ejemplo de dicha carreta o carruaje puede contemplarse en el “Museo de la Ciudad” en Huamantla, Tlaxcala, en la que se pueden ver las inscripciones que muestran que se trata de un “carruaje procesional” propio del “Corpus Christi”.
La pregunta podría parecer obvia ¿Por qué las mulas eran ocupadas para tirar del carruaje y no por ejemplo los caballos blancos como lo hacían algunas de las casas reales? La razón tiene que ver con la virtud de la castidad y el carácter asexuado de dicho animal. En la religión católica e incluso en la tradición judía de la cual el catolicismo es receptor, toda acción cultual tanto del sacerdote como de los no sacerdotes, requieren una purificación y no haber tenido relaciones sexuales. Como ejemplo tenemos el caso del ejemplo que pone Jesús respecto a la purificación citando el caso del David y sus hombres que llegaron hambrientos y comieron de los panes sagrados de los cuales solo los sacerdotes podían comer. Sin embargo, leyendo el texto citado en el libro de Samuel, está claro que el sacerdote antes de que pudieran comer de dichos panes, les piden que se purifiquen y que no hayan tenido contacto sexual. Bueno regresando al asunto de las mulas, obviamente, aunque los animales no tienen moralidad y menos moral sexual, el hecho de que las mulas no tengan sexo, las hace animales “castos” a los ojos del hombre religioso y por ello se permite su uso para tirar del carruaje expresando así la castidad en la cercanía con “lo sagrado”. Se trata de una relación mera y puramente analógica y con analogía de atribución. En un ambiente donde la moral sexual tenía muchísima relevancia hasta ese mínimo detalle era cuidado. Así, el uso de mulas para tirar del carruaje eucarístico intentaba mostrar a la gente la altísima dignidad y sacralidad respecto al sacramento de la Eucaristía y que nadie impuro podría acercarse o tocar “lo sagrado”.
La celebración del Corpus permitió la exaltación de la veneración y culto a la Eucaristía, de tal manera que la fiesta se celebraba con tanta solemnidad y fastuosidad que son memorables las procesiones realizadas en otras épocas; algunas aún quedan como fiestas en la que las autoridades tanto eclesiásticas como civiles se reúnen para realizar la procesión tipo desfile en el que el Ayuntamiento y todas las Asociaciones y autoridades eclesiásticas realizan con todo esplendor la fiesta de Corpus Christi, especialmente en regiones de España.
Pero si bien la celebración de Corpus exaltó a la Eucaristía, lo cierto es que la gente se alejó de la recepción del sacramento, pues se le consideraba tan sagrado y el hombre tan indigno y pecador que se sentía imposibilitado de acercarse a recibirlo y dicha recepción se mandató hacerla una vez al año “por pascua florida” como reza uno de los cinco mandamientos de la Iglesia enseñados en el catecismo y siempre ligado inmediatamente al sacramento de la confesión, de tal manera que el cristiano se confesaba en cuaresma y se preparaba para que en la pascua comulgara y el tiempo que pasaba entra la pascua y la siguiente cuaresma, el feligrés lo dedicaba al culto y veneración de la Eucaristía.
Tal vez por todo esto, aun cuando se insiste al católico de recibir frecuentemente la eucaristía, siempre queda la dificultad de tomar conciencia de las bondades de comulgar y prefiere confesarse y comulgar o mejor no hacerlo por más que vaya a misa o incluso aun cuando no tenga pecados llamados “graves”. Continúa pues el reto de los sacerdotes para lograr que los feligreses tengan una participación sacramental más activa.
Las celebraciones de Corpus, si bien se intenta recuperar en su esplendor y la vivencia cristiana, también enfrentó una decisión eclesiástica que no ayudó mucho, porque, hace unas décadas, se trasladó del jueves al domingo, ya que tratándose de una fiesta llamada “de precepto”, de las obligadas a asistir a misa y por la dificultad de la gente que trabaja, los obispos decidieron trasladar su celebración al domingo siguiente, así que la fiesta del “jueves de Corpus” era en domingo. Afortunadamente hace poco regresó la celebración al jueves y esto ha permitido recuperar la conciencia de las comunidades para resaltar la celebración y volver a vivir la presencia mística propia del día de “Corpus Christi” que tanta relevancia tiene en el mundo católico.

