A la Verónica: El Herradero
26 de abril - 2015

gerardo_toros

Siempre he pensado que el campo bravo guarda entrañables secretos que los aficionados a la fiesta de los toros conocen poco o que ni si quiera se imaginan.

Las faenas, el comportamiento del toro bravo en su habitad, sus querencias, los cuidados y la labor ganadera son parte del entorno campero. Uno de los que encierra gran importancia, es el herradero.

Los hierros con números se preparan en una fogata, todo debe estar listo para el momento en que llegue el primer becerro, cuyas carnes serán marcadas con el número de registro que le asigne el ganadero y el hierro de la casa. Las reses, en México, se marcan del lado izquierdo.

El ambiente es festivo, sólo acuden unos pocos a ver la faena. Los trabajos, evidentemente son encabezados por el ganadero, sus peones con gran valor derriban a cuerpo limpio a los pequeños pero bravos y pesados animales.

Uno a uno van pasando, el olor a cuero quemado inunda la dehesa y la manga en la que se marca con fuego a los toritos. Del otro lado, el resto de las reses escucha incrédulas, quizás preguntándose qué pasa con uno de los miembros de la camada.

Horas antes, los animales han sido separados de sus madres, quizás nunca se volverán a ver, pues la mayoría será preparado para ir a pelear a una plaza de toros, morir en el ruedo, o alcanzar las glorias del indulto por sus condiciones de bravo.

Algunos becerros berrean con tal fuerza que a uno le llega al alma el lamento del ganado bravo. Otros, ni se inmutan, aguantan el castigo como lo que son, auténticos guerreros.

La faena es larga, toda la mañana y parte de la tarde puede alcanzar para que los animales queden marcados con la estirpe de su casa ganadera, y a partir de entonces comenzarán una vida tranquila en el campo hasta que cumplan la edad para ser lidiados en las plazas como toros o novillos.

El lazo sentimental de los toros con los caporales es impresionante. Dominan a cabalidad las suertes camperas y conocen a sus compañeros de vida durante cinco años. Los consideran sus hijos, los cuidan, alimentan y vigilan que nada perturbe su crecimiento.

Al igual que los ganaderos, los caporales mexicanos sueñan con el triunfo en la plaza, que los toros que criaron con tanto celo, den la pelea característica de su estirpe.

Don Antonio De Haro es un ganadero tlaxcalteca que hace gala de su bravo carácter, a la vez, es un tipo honesto, sincero y humilde.

Abre las puertas de la dehesa enclavada en los cerros a amigos y desconocidos. Disfruta las faenas en el campo y comparte sus conocimientos sobre el toro.

Es un hombre de cultura, la cantidad de libros de toros que posee lo comprueba. Es sabio y admite que el cuidado de sus toros, lo ha puesto en los cuernos de la luna en más de una ocasión.

Acompañado de su hermano Vicente, Antonio De Haro, plasma su carácter en el genio de sus toros.

Los toros De Haro, cárdenos de pinta, son difíciles, no para el gusto de todos los toreros, pues son animales que les piden el carnet con tan sólo saludarlos con la capa.