Madurez electoral
6 de abril - 2015

ranulforojascolumna23

Pbro. Ranulfo Rojas Bretón

Han comenzado las campañas y durante estos largos dos meses escucharemos millones de spots en los que los candidatos y los partidos querrán posicionarse en la mente de los electores para que piensen que ellos son la mejor opción.

¿Por qué necesitamos gastar tanto –como país- en spots que no dicen nada profundo? Las respuestas pueden ser muy variadas, desde la idea de que el elector no tiene claro por quién votar y necesita de una imagen, la mayoría con photosop en la que aparece alguien atractivo o atractiva para generar afectos hacia esa imagen; pero también la creencia de que a base de tanta repetición la mente se acostumbra a esa idea e irremediablemente irá a las urnas. En fin, las razones pueden ser muchas.

Lo cierto es que tenemos desde aquí hasta que terminen las campañas un aguacero mediático que habrá que sufrir. Aunque siendo honestos no tienen toda la culpa los políticos, por más que los electores gustemos de señalarlos como los únicos responsables, también nosotros tenemos mucho de culpa porque han pasado muchos años y seguimos padeciendo de una inmadurez electoral.

Solo pensemos ¿Cuánto gasta el actual INE para “convencernos” de sacar nuestra credencial de elector? Y ¿Cómo a pesar de campañas y campañas existe mucha gente que o no ha sacado su credencial o ya la tiene caducada y sin renovar? ¿Cuánto se gasta promoviendo el voto? Obviamente cada campaña contiene spots de radio, televisión, cine, periódico, bardas, pendones, espectaculares. Cada campaña es una saturación visual y auditiva que termina molestando.

¿Qué nos ha faltado? Ha faltado mucha madurez y conciencia de que estamos en sociedad y de que necesitamos del otro tanto como el otro necesita de nosotros.

Elecciones ha habido en todo el mundo desde que el hombre fue formando las sociedades ya organizadas y sin embargo, es la hora en que la participación social sigue siendo muy baja. El México democrático, tiene en su haber ya un mundo de elecciones, podría pensarse que estamos ya habituados a realizarlas y por tanto a participar, lo cierto es que nuestra participación es muy baja, muy apenas rebasa el 50 % y eso con todas las prácticas que realizan los políticos y sus partidos para llevar a la gente a votar: acarreos, operación tamal y atole, tarjetas de descuentos, compra de votos, todo aquello que se ha consignado mediáticamente en torno a las elecciones. ¿Qué pasaría si no hubiese este tipo de prácticas? ¿Cuántos irían a votar sin ser llevados, condicionados o presionados a hacerlo?

¿En dónde está el mal? Me parece que puede tener varias raíces, pues desde mi percepción, vivimos un divorcio entre el individuo y la política. El individuo no se siente parte de los procesos políticos, hay la percepción de que los políticos son mal intencionados y solo buscan sus intereses “muy particulares” y que las ofertas de servicio que hacen simplemente son promesas y promesas que no solo no podrán cumplir sino que tienen la firme intención de no hacerlo, que prometen por prometer porque si no lo hicieran menos les harían caso, pero que lo que en el fondo quieren es llegar a esos puestos para beneficiarse y ven las campañas como una simple inversión: “todo lo que gaste en campaña lo voy a recuperar con creces”. Esta percepción aleja al individuo y lo único que hace es capotear al candidato convirtiendo el evento en un juego de mentiras: “hago como que te convenzo y tú haces como que me crees”, así el elector sabe que debe tratar de sacar ventaja en dádivas que luego el político se cobrará.

Este juego perverso ha propiciado que las campañas se conviertan en un despilfarro de dinero con prácticas poco éticas de ambas partes, de tal manera que no se podría criticar al político que promete a sabiendas de que no cumplirá ni al elector que simplemente se deja llevar por la máxima: “agarra todo lo que te den”, además eso mismo siguieren los mismos políticos en campaña: “ustedes acepten todo lo que les ofrezcan, ya en el momento de votar ustedes decidan y ojalá lo hagan por mí”.

Al igual que muchos, estoy seguro que sufrimos las campañas del antiguo IFE y hoy INE, deberían reducirse radicalmente en un 90 % su publicidad y nosotros deberíamos incrementar ese mismo 90 % en madurez, pues si ya sé que al cumplir 18 años debo sacar mi credencial porque soy parte de una sociedad madura y responsable en la que mi participación socio política es importante y necesaria, no haría falta tanto bombardeó de publicidad para que lo haga.

Lo cierto es que la conciencia de participación responsable no la tengo y entonces me atacan con publicidad para que la adquiera. Tal vez se debería focalizar el trabajo en la formación, o sea, desde las escuelas, en los libros de texto de cada nivel debería haber apartados de formación cívica que hiciera que el niño desde el kínder, luego en la primaria, en la secundaria y el bachillerato tuvieran formación y ejercicios democráticos para elegir reinas de primavera, de fiestas patrias, sociedades de alumnos, etc., en los que no hubiera dinero de por medio, ni dádivas sino simple y llanamente formación para decidir. En cada nivel el niño sacaría su credencial de la escuela y con ella participaría en esos ejercicios de elección escolar. Estas prácticas ayudarían a los alumnos a tener conciencia de que deben sacar su credencial y participar en todas las elecciones que se realizan en las escuelas. Obviamente la formación cívica y democrática sería parte del sistema educativo y no generaría gastos ni estructuras pues el programa educativo de México en todos sus libros de texto y en el calendario de actividades escolares marcarían las fechas para dichas elecciones no lucrativas.

Sin duda que existen más áreas de oportunidad para la formación de la conciencia cívica y para la madurez electoral y ojalá todos busquemos cómo lograr que el individuo o ciudadano vaya a las urnas con conciencia sin tener que depender de gastos exorbitantes como se da en nuestra democracia mexicana.