¿Defensores de delincuentes?
9 de octubre - 2014

opticadh

Edgar Francisco Gutiérrez Huerta *

Una de las principales críticas o inconformidades de la sociedad hacia los organismos protectores de derechos humanos radica en la defensa que estas instituciones hacen de quienes son catalogados como presuntos delincuentes.

Es común que a las personas encargadas de la protección de los derechos humanos se les reproche esta defensa y que, incluso, se tache a las Comisiones Estatales de Derechos Humanos y a la Comisión Nacional de los Derechos Humanos de ser organismos encargados de resguardar delincuentes, de entorpecer la justicia y de impedir que la lucha contra el crimen sea eficaz.

Nada más alejado de la realidad. Aunque tal aseveración es parcialmente cierta -reitero: sólo parcialmente cierta-, está totalmente mal encaminada y tergiversada.

Es cierto que los organismos públicos de derechos humanos, tanto a nivel local como nacional, protegen a los presuntos delincuentes frente a una posible violación de sus derechos humanos, pero, en realidad, el objetivo de la institución del Ombudsman es salvaguardar y defender la dignidad humana ante los actos u omisiones de la autoridad, independientemente de la situación jurídica en la que la persona agraviada se encuentre.

Esta afirmación resulta incómoda para muchas personas, principalmente para quienes han sido afectados por una conducta delictiva, pero debemos entender que la naturaleza de los derechos humanos no es defender sólo a quien es inocente. Una conducta así sería completamente contradictoria, pues constituiría un acto de flagrante discriminación y, por tanto, una violación a los derechos fundamentales.

En otras palabras, los derechos humanos van mucho más allá de la situación económica, étnica, sexual o jurídica de la persona. Éstos son las facultades o prerrogativas que poseemos por el simple hecho de ser seres humanos; por ello, el que un tribunal juzgue como delincuente a una persona no la afecta como sujeto de derechos humanos.

Esta explicación tal vez no sea suficiente para muchas personas. Quizá funcione más ponerse, por un momento, en los zapatos del considerado malhechor. El presunto delincuente lo puede ser por un error en la administración de justicia o por falta de dinero para pagar un abogado. Puede ser, en un momento dado, usted o alguien cercano a usted.

En este punto radica la importancia de que los organismos protectores de derechos humanos velen por el respeto a los derechos fundamentales de cualquier persona y por la dignidad humana, sin importar su situación jurídica, ya que esta circunstancia no obstruye el hecho de ser poseedor de derechos humanos.

 *Defensor de Derechos Humanos de la Comisión Estatal de Derechos Humanos