Así es mi México
15 de septiembre - 2014

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Pbro. Ranulfo Rojas Bretón

Contrastes del México que celebramos en el aniversario del inicio del movimiento de independencia. Una celebración ya más desacralizada en la que ya los héroes no son tan héroes y muchos de los mitos han caído para dar paso al México más de carne y hueso que aquel de lo abstracto y la poesía reflejada en “la suave patria” de Velarde que en fragmentos recitábamos en las épocas escolares:

Patria: tu superficie es el maíz,
tus minas el palacio del Rey de Oros,
y tu cielo, las garzas en desliz
y el relámpago verde de los loros.

El Niño Dios te escrituró un establo
y los veneros del petróleo el diablo.

Sobre tu Capital, cada hora vuela
ojerosa y pintada, en carretela;
y en tu provincia, del reloj en vela
que rondan los palomos colipavos,
las campanadas caen como centavos.

El México de hoy es el que lucha contra la corriente del deterioro que sufre en su piel y el daño que hemos hecho en sus entrañas; del México que sufre cuando le dañamos su aire, su agua, su tierra, su vegetación; del México social que se desgarra por la violencia y la miseria; que sufre en cada uno de sus hijos muertos bajo las armas del alcohol y la droga que implacables se organizan en cárteles que se adueñan de sus tierra y enfrentan a los desordenados defensores de la ley y el orden.

El México de la fraternidad se ha visto fracturado y roto en sus tejidos que no encuentran las manos hábiles de artesanos tejedores que puedan zurcir y devolver el esplendor del multicolor tapete de culturas y tradiciones que aún subsisten a lo largo y ancho de su territorio.

Los héroes de hoy no se acercan al perfil de los héroes del pasado por más que la televisión y el photshop hagan milagros; por más que se vendan como imágenes de próceres modernos, la gente incrédula los ve como mercenarios que se comen la carne que debieran cuidar y ordeñan los ductos del desarrollo que era para todos en beneficio de sus familias que cada día se alejan más del suelo y viven la fantasía de la opulencia.

Celebramos el México de los pies cansados, del rostro abofeteado por su historia y que se levanta día con día a empujar la piedra cual Sísifo que quiere llegar a la cumbre, y sufre al ver que a pesar de sus diarios esfuerzos, la roca rueda inexorable hacía cuesta abajo esperando que vuelva a empezar.

Gritemos “viva México” abriendo todo el pecho para dejar escapar el grito desgarrador desde el fondo del corazón, como si se tratara de un grito de rebeldía contra todo aquello que ha hecho hasta lo imposible por acallarlo. Rompiendo las cadenas de la esclavitud cual Hidalgo de Orozco y empuñemos la antorcha que incendie la pasión por México; que una las fuerzas de los vencidos y se levante el gigante adormecido por la por la droga de la demagogia y las promesas no cumplidas.

Que los espíritus de los héroes del pasado llenen los corazones de los héroes anónimos del presente; de aquellos que tienen en sus manos las posibilidades negadas pero que esperan ser el héroe que rompa de tajo el nudo gordiano y haga surgir el México de nuestros sueños.

Hoy como nunca necesitamos que “Viva México”:

Suave Patria: te amo no cual mito,
sino por tu verdad de pan bendito;
como a niña que asoma por la reja
con la blusa corrida hasta la oreja
y la falda bajada hasta el huesito.

Inaccesible al deshonor, floreces;
creeré en ti mientras una mexicana
en su tápalo lleve los dobleces
de la tienda, a las seis de la mañana,
y al estrenar su lujo, quede lleno
el país, del aroma del estreno.