Vita brevis
7 de septiembre - 2014

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Pbro. Ranulfo Rojas Bretón

La vida es breve, dura poco tiempo y para muchos es muy breve. Murió el P. Job Quiroz Hernández y se une a la muerte de otro sacerdote joven el P. Ciro Zempoalteca Pérez fallecido en la Semana Santa reciente. El P. Ciro nació en Zacatelco en el año 1968 y había sido ordenado sacerdote en 1996, o sea contaba al morir apenas 18 años de vida sacerdotal. El P. Job nació en  Nanacamilpa en 1969 y fue ordenado sacerdote en 1999, por tanto, apenas tenía 15 años de vida sacerdotal que había cumplido el 23 de mayo, mientras que también en mayo pero el 26, el P. Ciro cumpliría los 18 años.

La muerte de los jóvenes siempre impacta pues se trata de personas en plena edad de madurez y con una productividad intensa, sus 18 y 15 años de vida sacerdotal seguro les dio la oportunidad de encontrarse día a día con Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote que se ofrece en el altar de la eucaristía cada vez que un sacerdote toma el pan y el vino y pronuncia las frases de consagración: “ Tomen y coman todos de él, porque esto es mi cuerpo que será entregado por ustedes” y “tomen y beban todos de él, porque éste es el cáliz de mi sangre, sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por ustedes y por muchos para el perdón de los pecados. Hagan esto en conmemoración mía”. Estas fórmulas  les debieron estar recordando la motivación que uno encuentra en muchas sacristías y que dice: “Sacerdote, celebra esta misa como si fuera tu primer misa, tu única misa y tu última misa”. El Papa Juan Pablo II –hoy santo- en una carta que nos envió a los sacerdotes con motivo del jueves santo, nos decía: “cada vez que ustedes pronuncien las frases de consagración, no olviden que no solo están recitando las frases que dijo Jesús. No, ustedes también ofrézcanse en cada misa. Que la gente que los escucha sepa que en cada misa ustedes están ofreciendo su cuerpo para que los fieles lo coman, porque ustedes también deben entregarse como alimento para la gente. Así, ustedes no solo celebrarán la misa, también se ofrecerán en la misa al pueblo que Dios les encomiende”.

Juan Pablo II vivía lo que decía porque se fue desgastando por la edad y por la enfermedad hasta poder ofrecerse como hostia viva y entregar como Jesús toda su vida en la cruz de la enfermedad. Él había escogido como lema: Totus tuus (todo tuyo), así vivió y así murió. Ambos padres, Ciro y Job, también se fueron ofreciendo a Cristo desde su enfermedad. El P. Ciro con una enfermedad callada que cuando nos dimos cuenta que estaba enfermo y grave,  poco faltaría para ser llamado a la Casa del Padre. El P. Job con una enfermedad larga que lo fue diezmando hasta llegar al momento final. Fueron años de lucha, de esfuerzo contra su mal, tal vez faltó más esfuerzo pero el que creyó que debía poner lo puso. Pasó varias intervenciones, le amputaron partes del cuerpo, empezaron a fallar otros órganos y finalmente perdió la batalla pero no el ánimo.

A ambos tuve la oportunidad de conocer desde que ingresaron en el seminario. Aún puedo recordar sus años de seminaristas, más chicos que yo que ya casi terminaba mis estudios cuando ellos ingresaron y ya luego mientras estaba como formador en el seminario mayor me tocó acompañarlos en sus años finales hasta su ordenación, del P. Ciro mientras era formador y el P. Job –que no fue ordenado inmediatamente al salir- dos años después de que dejé el seminario.

El P. Ciro tenía mucha capacidad intelectual, era agudo en sus comentarios y participaciones, se ganaba el respeto y la atención al participar. La constitución de su cuerpo no le ayudaba para destacar en deportes o en habilidades artísticas, era de baja estatura y con un cuerpo no proporcional en el que destacaba su cabeza, aunque sus cualidades lo hacían destacar en muchas otras actividades, tanto así, que le mereció ser enviado a Roma en donde estudió historia de la Iglesia. Fue coordinador diocesano de pastoral de jóvenes y de adolescentes, y al morir vicario en Zacatelco con el encargo de la pastoral educativa.

El P. Job con una constitución física que lo hacía destacar por su corpulencia, alto, grueso y con un carácter apacible siempre vestido de camisa a cuadros, jeans y frecuentemente con sombrero. Gustaba de las camionetas sintiéndose ranchero con cinturón piteado, hebilla gruesa y navaja al cinto, botas picudas. Buen tipo, buena gente y muy sensible. No destacaba intelectualmente ni gustaba de los deportes. Continuamente contaba historias, muchas llenas de fantasías pero contadas por él parecían realidad. Al morir, era vicario en la Basílica de la Caridad en Huamantla.

Es triste despedir de la vida a jóvenes y tratándose de hermanos sacerdotes con mayor razón, pero las enfermedades son así de duras y se necesita mucha fortaleza y entereza para afrontarlas tal como las enfrentaron ambos, con serenidad, tratando de reconocer en la enfermedad la voluntad de Dios y buscando ser discípulos de Jesús que no solo cargan la  cruz sino que se clavan a ella y la aceptan como Jesús aceptó el calvario. No hubo reclamos, no hubo desesperación, siempre hubo lucha de quien busca la vida pero acepta la posibilidad de morir y se dispone a ello sabiendo que el dolor es salvífico y convencidos de que colaboran con Cristo en la redención del mundo.

En ocasiones como éstas es reconfortante tomar la Palabra de Dios y leer el libro de la sabiduría en su capítulo 4, versículos 7 al 15: “Aunque muera prematuramente, el justo tendrá descanso. No son los muchos días los que hacen venerable la vejez, no se mide la vejez por el número de años. Las canas del hombre son la prudencia y la edad avanzada consiste en una vida sin tacha.

Fue agradable para Dios, y Dios lo amó. Entre pecadores vivía, y Dios se lo llevó. Se lo llevó para que la maldad no pervirtiera su conciencia, para que la perfidia no sedujera su alma. Porque el vicio es una fascinación que ensombrece la virtud, y el vértigo de la pasión pervierte la mente que no conoce la malicia.

En poco tiempo maduró y cumplió muchos años. Su alma fue agradable a Dios y se apresuró a salir de la maldad. La gente lo ve y no lo comprende ni se da cuenta de que el Señor ama a sus elegidos y se apiada de ellos y cuidad de aquellos que le son fieles”. Descansen en paz.