Federalismo mal entendido
20 de marzo - 2018

Por Fernando Tamayo

Desde el diseño del Estado moderno mexicano se determinó como parte de la forma de gobierno el modelo federalista, copia fiel, de la figura creada por parte del vecino país del norte. Y aunque así se estableció en la Constitución de 1917, esta característica del Sistema Político Mexicano no se materializó sino hasta este siglo XXI.

Dentro de este modelo federalista se establece que los Estados integrantes de la Unión cuentan con libertad y soberanía suficiente para tomar sus propias determinaciones, tal situación no solo se limitó a las Entidades Federativas sino que también se fortificó a través del principio de la autonomía municipal.

Todo lo anterior viene a colación por los funestos acontecimientos ocurridos el pasado miércoles en la comunidad otomí de Ixtenco. Lo vivido en dicho municipio del Oriente del Estado constituye en su conjunto una catedra magistral del abuso de poder que existe por aquellos munícipes que no entienden que su autoridad no es omnipotente.

El modelo federalista debidamente entendido no se refiere al hecho de que Gobernadores y Alcaldes tienen poder absoluto sobre su territorio, por el contrario, aunque libres y soberanos los primeros, y autónomos los segundos, ambos al formar parte del Estado mexicano deben someterse a sus normas, es decir, subordinarse al Estado de Derecho que bajo el principio de legalidad establece aquello que pueden hacer y lo que tienen estrictamente prohibido.

Así los abusos documentados por parte del pueblo de Ixtenco y que devinieron en la toma de la Alcaldía el pasado mes de enero no son más que los lamentos de gran parte de los habitantes de distintos municipios del país y de nuestra Entidad.

La corrupción, el peculado, el abuso de poder y el enriquecimiento ilícito es un reclamo palpable y latente de gran parte de los ciudadanos de distintas partes del país hacia sus gobernadores y presidentes municipales, los cuales, bajo el amparo de ser las máximas autoridades en el ámbito de sus competencias deciden hacer todo y de todo para aprovecharse de sus representados.

Lo ocurrido en Ixtenco no es más que la reacción de un pueblo que históricamente se ha visto lacerado por sus “autoridades” locales, y la actitud del Alcalde Miguel Caballero Yonca es la de una persona que desconoce a todas luces cuál es y cuál debería ser su función como máxima autoridad municipal.

Ser alcalde o ser mandatario estatal no debería constituir un mecanismo para aprovecharse del pueblo que se representa, bajo el argumento de ser la más importante autoridad, por el contrario debe constituir un privilegio donde se respete y se haga respetar la ley. Al tiempo.

Desde la barrera

El llamado “Frente Amplio” que integra PAN, PRD y MC ha dado un paso hacia atrás al menos en Tlaxcala. Y es que tras la conformación de la fórmula que los representa para la elección del Senado en la Entidad, las caras largas y los descontentos políticos fueron más. Minerva y Gelacio tienen solamente algo seguro; el repudio de sus correligionarios. Así difícilmente el candidato Anaya saldrá bien librado en tierras tlaxcaltecas.

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