El PRI de siempre y su justicia selectiva
1 de marzo - 2018

Por Adriana Dávila

Para las víctimas de un delito y de las violaciones a derechos humanos, no hay nada más grave que la falta de justicia y, lamentablemente las instituciones responsables de procurarla, para el gobierno de Enrique Peña Nieto se han reducido a ser el instrumento de presión para perseguir a los adversarios políticos.

La Procuraduría General de la República (PGR) extrañamente se ha apresurado para filtrar información falsa o supuestas investigaciones en contra de quien afecta sus intereses político-electorales, pero demasiado ciega para resolver los graves delitos cometidos por la delincuencia organizada e investigar a fondo a los verdaderos delincuentes.

Ha sido tal la ineficacia del gobierno federal para combatir la inseguridad, que pusieron al frente a las fuerzas armadas impulsando una ley de seguridad interior, para responsabilizar a otros de lo que ellos no pueden hacer. La administración peñista desde un principio intentó controlar a los actores políticos, primero con la mano izquierda que los caracteriza y luego (si no los lograba controlar) con el uso faccioso de las instituciones; confundieron la voluntad de construir con la sumisión.

Lo que vivimos en este proceso electoral es lamentable, no solo porque hay una persecución evidente, grotesca y burda contra Ricardo Anaya, quien es el adversario a vencer el 1 de julio, sino porque en esa intentona se han olvidado de atender lo verdaderamente prioritario para las y los ciudadanos.

Como reza el dicho, una mentira dicha mil veces se convierte en verdad; el PRI y su gobierno han concentrado todo el aparato para intentar desacreditar, mentir, calumniar, señalar y lamentablemente construir delitos, donde no los hay; y donde realmente están, simplemente son omisos. Es obvia su omisión, porque quienes encabezan esos grupos delincuenciales o son sus aliados o son parte del sistema al que ellos representan.

No importa cuántas veces se expliquen las cosas, se demuestre que no hay vinculación alguna con los delitos que se pretenden acreditar solo mediáticamente y ante la opinión pública, lo cierto es que ellos ya acusaron, juzgaron y sentenciaron, pero sin denuncia ni fundamentos legales o jurídicos que sostengan sus dichos. Para ellos, la reforma constitucional en materia de derechos humanos de 2011 no existe, es más, para ellos la ley no existe.

Ricardo Anaya, sin duda está preparado para enfrentar estos embates y evidenciar con hechos que está no es más que una campaña de difamación que intenta frenar su llegada a la Presidencia de la República. Pero el PRI no se ha dado cuenta que quienes más pierden con este tipo de acciones, son las y los ciudadanos a los que les aseguraron sabían gobernar mejor que el PAN y depositaron en ellos su confianza, pero aún más grave es que las y los mexicanos seamos rehenes de lo que llamaría justicia selectiva.

Para el grupo en el poder no existen los casos como Ayotzinapa, tampoco la Gran Familia, menos los desvíos millonarios de Emilio Lozoya, César Duarte, Rodrigo Medina, entre otros. La PGR tampoco actuó en casos como los de Roberto Sandoval, Eugenio Hernández, Tomás Yarrington, Humberto Moreira y Fausto Vallejo (estos dos últimos por cierto ahora candidatos impulsados por la Coalición Morena-PT- PES) todos ellos vinculados con el crimen organizado. Esto evidencia porque no atacan ahora a Andrés Manuel López Obrador, cómo acusarlos sin son lo mismo, los viejos priístas y lo que se autodenominó el nuevo PRI se niegan a dejar el poder no importa cual sea el color que los arrope.

Muchas veces me he preguntado ¿cuáles serán las explicaciones que le dará al país este gobierno de sus extensos vínculos con la corrupción? Pero la respuesta duele, no pueden decir nada porque no les importa el país, porque no cuentan con mínimos éticos, porque la justicia para ellos no existe, porque se requiere permanecer en el poder para impulsar sus negocios.

El PRI no ha cambiado, ni cambiará son los mismos que reprimieron a los estudiantes en el 68, los responsables de Acteal, Atenco y Ayotzinapa, son los mismos que nos dijeron que nos llevarían al primer mundo pero ocasionaron las peores devaluaciones de este país y este sexenio no fue la excepción, son aquellos que dijeron que hable México, pero reprimen todavía las voces críticas, son aquellos que piensan que las instituciones están a su servicio y no a la de los mexicanos. En conclusión, el PRI nunca podrá negar su pasado, porque es también su presente.