Las verdades sobre la mafia en el poder
22 de febrero - 2018

Por Adriana Dávila Fernández

Hace poco más de una semana, cuando empezaba a correr el rumor de que Germán Martínez, Presidente del Comité Ejecutivo Nacional del PAN en el periodo 2008; se iría a MORENA, le envié un mensaje para preguntarle si eso era cierto, me aseguró que no, que aunque no entendía lo que estaba pasando en el partido pero que eso era un rumor, que se quedaría y que amaba al PAN. Por supuesto le creí, en 2008 fui una de las primeras en apoyarlo para que encabezara ese proyecto y lo defendí, junto con muchos otros diputados federales y consejeros nacionales, cuando militantes lo acusaban de ser impuesto por el entonces Presidente de la República, Felipe Calderón Hinojosa.

No creo que haya palabras para describir una acción como ésta, porque sin duda, el más alto honor que puede tener un militante de cualquier partido, es dirigirlo y desde ahí representar los sueños, anhelos e intereses de quienes vemos en el PAN una mejor opción para gobernar y hacer buena política pública, alcanzar el bien común en beneficio de las y los ciudadanos. Hace días Germán Martínez, a quien debo decir estimo y reconozco, con su aparición en la lista de Senadores en el lugar número 8 de MORENA, le dio la razón a sus detractores y nos decepcionó a quienes creímos en él, pero más aún, fortaleció ante los ciudadanos la idea de que no pueden confiar en los políticos porque la incongruencia se volvió el signo de la clase política.

Tuve la oportunidad de colaborar en su Presidencia como Secretaria de Vinculación con la Sociedad, la invitación me la hizo mediante una llamada telefónica de quien fuera mi amigo y compañeros senador Roberto Gil en diciembre de 2008, por cierto, cargo al que renuncié en 2009 en el pleno del Comité Ejecutivo Nacional cuando se tomó la decisión de que todas las candidaturas se hicieran por designación -acción que, él y muchos otros que en ese tiempo apoyaron, hoy critican dentro del PAN-. La renuncia de Roberto Gil al Senado en días pasados cobra sentido; para nadie es desconocida la gran amistad que existe entre ambos (lo escribí en otra columna), no nos extrañe verlo aparecer como aspirante a la Fiscalía General, impulsado por MORENA. Germán Martínez y Roberto Gil, son hombres preparados e inteligentes, excelentes abogados, eso nadie lo niega; pero lo cierto es que esa misma inteligencia los perdió, porque no han sabido corresponder a la confianza que muchos amigos y amigas les brindamos para que fueran, lo que Carlos Castillo Peraza llamaría “los perros del frente del trineo”. No estuvieron a la altura, pues se requiere mucho más que inteligencia para ser líderes.

Pero no sólo es vergonzoso que Germán aparezca en la lista, sino que lo haga junto a personajes como Napoleón Gómez quien se hace presente nuevamente en la escena nacional, pero no para rendir cuentas ante la justicia, sino para ser “premiado” con una senaduría en la lista del partido “de la tómbola”, garantizarle el fuero bajo el argumento favorito del candidato eterno: “su persecución es un compló”.

Cómo olvidar a Gómez Urrutia, hoy se cumplen 12 años de aquella tragedia que cimbró al gremio minero en nuestro país, era 19 de febrero de 2006 cuando la mina “Pasta de Conchos” irrumpía la escena nacional e internacional, un derrumbe en la mina 8 sepultaba a 65 mineros; Coahuila y México se vestían de luto. Las investigaciones realizadas sobre esta desgracia determinaron que los tres órdenes de gobierno así como el sindicato, dirigido por Napoleón Gómez Urrutia, sabían que las condiciones en las que trabajaban los mineros no eran las óptimas y por supuesto, sus garantías laborales y sus derechos humanos no eran respetados.

Una serie de anomalías, cadenas de corrupción, impunidad, contratos por “debajo del agua”, amiguismo y una terrible ambición por parte del “charro” sindical fueron los factores que definieron esta tragedia; sobre él, no solo pesan las ya desafortunadas pérdidas humanas, también las acusaciones de los agremiados que lo señalan directamente de los desvíos de las cuotas sindicales (por algo buscó exilio en Canadá).

La señal que ayer mandó Andrés Manuel López Obrador, es contundente: Ganar a costa de lo que sea, aprovechar las ambiciones de poder de quienes siempre han sido beneficiados con el mismo, pero que están tan vacíos en la moral política, en la ética pública y en los valores ciudadanos que lo que menos les importa es este país.

Es cada vez más evidente lo que muchos de nosotros pensamos: la verdadera mafia del poder la encabeza López Obrador. Es increíble la manera cínica y necia del tabasqueño por obtener el poder, no importa quien se sume a sus filas, no importa si sobre ellos pesan desvíos millonarios, no importa si son secuestradores, o pertenecieron a otros partidos y antes los acusó de corruptos, no importa si tienen vínculos con el narcotráfico (por eso la amnistía anunciada) por arte de magia, al sumarse a su campaña, todas y todos ellos se purificaron, se volvieron honorables, se transformaron al ser elegidos por el mesías del siglo XXI.

Es evidente que, el autodenominado “ya sabes quién”, no se ha dado cuenta que hay miles de mexicanos que efectivamente sí sabemos quién es él, de su doble discurso, de su falta de ética, de su simulada y falsa honestidad, de sus alianzas perversas y de su ambición desmedida. Quizás y solo quizás, quien realmente no sabe quién es, es el propio Andrés Manuel.